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Y se quejaba amargamente del descuido de los de arriba, como si el ejército de España tuviese por única misión guardar a los ricos de Jerez para que viviesen tranquilos, y equivaliese a una felonía el no llenar calles y campos de pantalones rojos y brillantes bayonetas, apenas los viñadores mostraban cierto descontento.

Pero la reina, que seguia en todos sus negocios el parecer del sapientisimo cardenal Mendoza, se opuso á los deseos de su esposo, juzgando i con razon, que si males habia por dejar que viviesen en libertad los conversos, sin haber quien los vejase i oprimiese con pretesto de inquirir sus costumbres, palabras i aun pensamientos; mayores desastres habrian de nacer i se habrian de levantar de la codicia de unos jueces deseosos de hallar culpados para enriquecerse con las haciendas de todos los que para su mayor desdicha cayesen en su jurisdiccion.

Y esto hecho, mandóles que se fuesen todos á su pueblo, é que viviesen en paz; y mandó á sus capitanes que no consintiesen que á aquestos de Xaquixaguana nadie les hiciese enojo ninguno ni les tomasen cosa, y si alguna cosa de sus haciendas en aquel despojo les fuese tomada, luego se la hiciesen volver.

Para ella, la pasión matrimonial no había de ir más allá de la intimidad, fría y casi mecánica, de sus primeros tiempos de vida común. El matrimonio era para que el hombre y la mujer viviesen sin dar escándalo, procreando hijos para servir á Dios y que no se perdiera la fortuna de la familia. Lo que llamaban amor las gentes corrompidas era un pecado repugnante, propio de gentes sin religión.

Siendo este el fin general que los hombres tienen en la locucion, si fuera posible, no debiera haber en el Mundo mas que una lengua; pues así se cumpliría por todo el género humano el destino de su naturaleza: mas habiéndose separado los hombres y formado varios imperios, y con ellos varias lenguas, ha sido preciso que cada nacion estableciese ciertos sonidos articulados, que á su arbitrio significasen las cosas, y sirviesen para entenderse mutuamente los que era preciso que viviesen juntos.

El Código de las Partidas, fiel espejo de las costumbres y de las ideas de aquella época, y mas útil para ser consultado bajo este concepto que como norma de la vida pública y privada de los hombres del décimotercio siglo, cuya aquiescencia no obtuvo, nos esplica por qué era tolerada la maligna gente judáica á pesar de estos atentados. «La razon porque la Eglesia, et los emperadores, et los reyes et los otros príncipes sufrieron á los judíos vivir entre los cristianos es esta: porque ellos viviesen como en cautiverio para siempre, et fuese remembranza á los homes que ellos vienen del linage de aquellos que crucificaron á nuestro Señor JesucristoSolo para que se cumpliese la divina promesa de su dispersion y cautiverio se les consentia morar entre cristianos; pero para que de su trato y comunicacion no se originasen males semejantes á los que ahora se padecian, tenian asignado para sus viviendas un barrio separado, con el nombre de judería, y se les obligaba á llevar un distintivo especial.

LA ENFERMERA. ¿Qué duda cabe...? Si yo fuera la dueña, querría que todos los heridos viviesen en un sueño espléndido. ¡Que las enfermeras, sin excepción, fuesen lindas y cariñosas...! No prohibiría ni el tango ni el flirteo. Ponga usted aparte los atacados de altas fiebres. Los demás tienen un padecimiento terrible: el aburrimiento.

Esta moral, inventada por los grandes capitalistas, abusa de la ciencia, afirmando que los cuerpos sólo viven sanos dedicándose al trabajo y que la inacción es mortal; pero se callan lo que la ciencia añade, o sea que el trabajo excesivo destruye a los hombres con una rapidez infinitamente mayor que si viviesen en holganza.

No hai memoria de que viviesen en aquella edad judíos en las tierras de España. Estrabon, que al hablar de cuanto se habian estendido por el orbe, desciende á referir en particular las provincias en que ya habitaban, nada dice de la española.

Con todo eso y el no conocer ni venerar deidad alguna ni hacer estima del demonio, era muy buena disposición para introducir en ellos el conocimiento del verdadero Dios, tanto más que no permitían viviesen entre ellos los que tuviesen trato familiar con el demonio, gravísimo y antiguo impedimento para conducir á la ciega gentilidad al gremio de la Santa Iglesia, con que estaban como una materia primera, indiferente y capaz de cualquiera forma, por singular providencia del cielo, que no permitiese se adelantase á tomar posesión de sus almas antes que la ley de Dios, secta ninguna ó idolatría de las muchas que tenían las naciones confinantes, con ser así que decían mucho con su genio y bárbaras costumbres.