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Pues esto, tan trascendental como era, tuvo buen cuidado de no decírselo a su primo en el pasillo; los dos habían corrido un temporal deshecho, y allí se guarecieron manteniéndose a la capa, la mano en el timón y los ojos en el horizonte, en compañía de los fieles del escritorio, todos más o menos aporreados, renegando de las vitalicias y de su suerte.

Sin mostrar del Cristo, sino lo que él quería dejar ver, contestó: ¿Esteven? No le diré a usted que no esté comprometido, muy comprometido: era el principal tenedor de vitalicias, ¡calcule usted! Pero quebrado, no, no... al menos a me parece.

Ella reparte su numerosa fortuna entre su familia y las antiguas compañeras pobres del capítulo de Salles y pasa pensiones vitalicias a seis o siete de ellas que se encuentran en la mayor necesidad. No falta quien critica la economía en que vive, pero Dios y los pobres la bendicen diariamente. 6 de marzo de 1804.

En realidad, estaba más abatido que Jacinto, pues el porrazo sufrido con el desastroso bajón de las vitalicias, como llamaban a las acciones del Banco de Schlingen, le había partido por la mitad, pero era él así, fanfarrón, embustero y más soberbio cuanto más castigado de la suerte.

Rocchio miró a la pizarra y el bailoteo de sus dedos aumentó: ahí estaban las vitalicias sin dar señales de vida, a pesar de su nombre; tan rudo era el golpe sufrido, pues habían caído de una altura de treinta puntos. El oro, aguijoneado por los alcistas, subió medio punto más, a 348 1/2, forzosamente, a disgusto, demostrando intenciones de bajar al 47, mareado quizá de verse tan alto.

Lo que se guardase en todo tiempoHabiendo ofrecido el chantre D. Pedro Ponce de Leon 10000 ladrillos y 600 cahices de cal para la fábrica del nuevo hospital de S. Sebastian, con otras rentas vitalicias que gozaba, resolvió el cabildo á 13 de febrero que se hiciese dicha fábrica nueva, y nombró al referido chantre para cuidar de ella: lo que se hizo con gran magnificencia.

Y de pronto, como cuerpo muerto que un obstáculo fortuito ha detenido en su caída y rueda al abismo así que la valla cede y se rompe, las vitalicias se vinieron abajo estrepitosamente, dando rebotes sobre los puntos; y el oro alzó el vuelo y se plantó en el 350, sacudiendo sus alas orgullosas. Un clamor terrible se oyó, prolongado, ensordecedor.

No ; pero cuando yo te vi, papá, comprar tantas vitalicias, me dije: Esta es la mía; si papá compra, es que el alza es segura y el negocio soberbio. Cállate exclamó don Bernardino fuera de , que te calles, ni una palabra más. Y basta; ¡no me pises la Bolsa, y cuidado cómo te portas en el Ministerio!

Nuevo gesto y nueva exclamación del otro. Intervalo de algunos minutos, durante los cuales, Quilito y Jacinto miran los números que la tiza va marcando en la pizarra, en medio de la baraúnda de la rueda. Las vitalicias siguen firmes dice Quilito, creo que debemos lanzarnos. Vamos a ver al gringo Rocchio dice Jacinto.