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Como madre económica, enemiga del despilfarro, la Naturaleza quita a cada una de sus criaturas los órganos que le son inútiles. Estos habitantes de las regiones tenebrosas, no teniendo necesidad del sentido de la vista, han perdido hasta las trazas de los órganos visuales.

Cada vez que leía en los periódicos sus hazañas en el mar del Norte, una oleada de indignación pasaba por su conciencia de hombre simple, franco y recto. Atacaban traidoramente escondidos en el agua, disimulando su ojo asesino y largo, semejante á las antenas visuales de los monstruos de la profundidad.

Excusado es que diga que el corazón me saltaba en el pecho, y que hacía esfuerzos visuales inconcebibles por averiguar cuál de aquellos fantasmas era mi adorada Gloria. La misma ansia y empeño que ponía en reconocerla me lo impedía.

No es blanca, es azul, de un suave azul: el color de la poesía y del ensueño. Centellea en el fondo negro de la inmensidad con el fulgor misterioso de los enormes diamantes azulados que colocan en sus tiaras los monarcas orientales. Los que la contemplan deben sentir en sus órganos visuales el roce aterciopelado del divino misterio.

Mientras las observaciones de Sánchez fueron simplemente visuales, las cosas no pasaron de ahí; pero cuando quiso poner en práctica algunos medios de cerciorarse del instinto y los sentidos del perro, éste comenzó claramente a demostrar su desabrimiento. Clavel, ven aquí. Ve a mi cuarto y tráeme los otros. ¡Que si quieres!

Esta sola reflexion basta para demostrar que se ha negado sin razon á este sentido la facultad indicada; sin embargo no quiero limitarme á esto, sino que probaré la existencia de la expresada facultad con la rigurosa observacion y el análisis de los fenómenos visuales. La razon de esto se funda en las mismas leyes del órgano de este sentido, y de la transmision de sus impresiones al cerebro.

Por lo demás, parecía un infeliz, silencioso, sonriendo a todo lo que se decía, dejando escapar de vez en cuando alguna frase insignificante. Pues este mancebo delicado, según mis observaciones, abrigaba proyectos de seducción sobre la bíblica señora de Torres. Sentábase frente a nosotros, y mientras duraba el almuerzo y la comida no dejaba de envolverla en una red espesísima de rayos visuales.

Así, supongamos que se nos pone delante el papel blanco, y luego obligados á apartar la vista encontramos despues en el mismo lugar, con las mismas dimensiones, y con la misma posicion un papel verde; y en seguida apartando otra vez los ojos, nos hallamos con un papel rojo: claro es que nos será imposible distinguir por la simple sucesion de las impresiones visuales, si es el mismo papel pintado sucesivamente con dichos colores, ú otros papeles que se le hayan sustituido.