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Pongamos que estoy demasiado bronceado para ella, y no hablemos más del asunto. Pues no eres poco difícil... ¿No hay nada más? preguntó la tía Liette muy divertida. Como pasos oficiales, no hay más, y ya es bastante... Pero he recibido otras dos visitas, la una muy simpática... y la otra un poco menos. ¿Cuáles? Eso, joven, es el secreto profesional. Busca y encontrarás. ¿Quién puede quererte bien?

El también contribuía involuntariamente á mantener y albergar al enemigo. La caída del ministerio y la constitución de un gobierno de defensa nacional le hicieron ver que algo grave estaba ocurriendo. Las alarmas y lloros de doña Luisa aumentaron su nerviosidad. Ya no volvía la buena señora entusiasmada y heroica de sus visitas á las iglesias.

Solamente Raúl tenía el privilegio de alegrarla un poco; sus visitas, aunque frecuentes, resultaban para ella escasas. Cuando su elegante silueta aparecía en la esquina de la calle animaba la cara de la viuda un reflejo de vida. Siempre era ella la primera que le veía, y decía guiñando sus ojos de miope: Ahí viene don Raúl; ¿qué traerá hoy?

Querida tía dije, desasiendo mi brazo, ya le he hecho notar a usted una vez, que éste es mi lugar y que nadie en el mundo me lo tomará. Le ruego, pues, encarecidamente, que limite sus visitas a las otras habitaciones. ¡Ah! ¡Eso es lo que vamos a ver, señorita! gritó ella con voz chillona.

Temía las visitas de éstos, y aun a los más íntimos les daba cita en el salón del Ateneo llamado de la «Cacharrería». Feli, por su parte, también experimentaba los beneficiosos efectos de la nueva existencia. Mostrábase alegre; sólo de tarde en tarde pasaba una nube por sus ojos, acordándose del Mosco. ¡Qué haría su padre en la casucha de las Carolinas! ¡Qué diría de ella!...

«Ayer no pasó usted le dijo ella con amabilidad , porque yo no sabía quién era, y no quiero recibir visitas. Estoy muerta de miedo, y por las noches sueño que alguien viene a robármelo. ¿Quiere usted verle?...». A su lado estaba, durmiendo con plácido sueño, el recién venido personaje, cuyas precoces gracias quería mostrar a su amigo.

¡Oh!... ¡Si aquello le hubiese sucedido a él veinte años antes, cuando en un solo día hizo sesenta y nueve visitas para anunciar el primero aquel famoso casamiento que alistaba en el número de sus sobrinos a Luisito Bonaparte, el conde consorte de Teba!

Yo soy algo vivo de genio. Así terminó el lance del bolero. Aquel día bailó otras cuatro veces D. Fadrique en otras tantas visitas, á la más leve insinuación de su padre.

La Marquesa, Visitación, Obdulia, doña Petronila y otras amigas que habían hecho compañía a la Regenta mientras duró el mal tiempo, ahora la visitaban cada dos o tres días y las visitas eran breves.

El noviazgo quedaba suspendido: ya no admitía cortejos ni visitas. ¡Y en cuanto al Capellanet!... Este mal hijo, desobediente y revoltoso, tenía la culpa de todo.