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Su excelencia, declarando que los palaciegos se habían quedado cortos en el elogio, departió familiarmente con el artista; y éste, animado por la amabilidad del virrey, le dijo que ya le aburría la clausura, que harto purgada estaba su falta en tres años de vida conventual, y que anhelaba ancho campo de libertad.

Según unos el 18 y según otros el 23 de diciembre de 1615, entró en Lima el príncipe de Esquilache, habiendo salvado providencialmente, en la travesía de Panamá al Callao, de caer en manos de los piratas. El recibimiento de este virrey fué suntuoso, y el Cabildo no se paró en gastos para darle esplendidez.

No osa en él subir cualquiera hombre, Que que el sube, de espanto, dicen, muere. Y porque, si mas digo, no se asombre Quien cosas de admirar aquí leyere, No quiero mas decir de aqueste perro, Y creo que en callarlo poco yerro. Viuda Doña Elvira, pues, y sido De Don Diego el dislate ya contado, Con su madre al Perú hubo salido, Que así por el Virrey les fué mandado.

Fueron sus padres Don Gaston de Moncada, segundo Marqués de Aytona, Virrey de Cerdeña y Aragon, Embajador en la Córte de Roma; y Doña Catalina de Moncada, Baronesa de Callosa. Desde sus tiernos años se habia dedicado D. FRANCISCO al estudio de las letras, y de las lenguas Latina y Griega.

Don Carlos Padilla y el Marqués de la Vega de la Sagra mueren en el patíbulo por intentar rebelarse contra el Rey; el Duque de Híjar, acusado de querer alzarse con Aragón, sufre tormento; del gran Duque de Osuna se sospecha que soñó con el trono de Nápoles, dando ocasión a que Villamediana dijese: También Nápoles dirá que Osuna la saqueó: así lo creyera yo si el Duque fuera un bajá; que no porque rico está usurpó bienes ajenos: antes, por respetos buenos, fue tan humilde, que el Rey, le dio oficio de Virrey y aspiró a dos letras menos.

Iba allí el tristemente célebre Dragut, atenido á su antigua ocupación de corsario desde que la conquista de la ciudad de África que gobernaba, por el Virrey de Sicilia, Juan de Vega, le enajenó la gracia del gran Señor, y no poco fueron debidos á su pericia marinera y práctica de las costas los resultados de la expedición de Piali.

Gobernaba por entonces en Sicilia por Virrey D. Juan de la Cerda, Duque de Medinaceli, gran Señor en España, que secundó en la corte los propósitos del gran Maestre con sus informes favorables, deseando ocasión de honra personal en la jornada, como su antecesor en el virreinato lo alcanzó con la conquista de la ciudad de África.

Conque sus, y en vez de hacer procesos, señora, haced cofres, y mientras se pide licencia á sus majestades, el coche se apareje y huyamos, antes de que llegue el caso de que cuando queramos huir, no sea tiempo, y creedme y no disputemos, que allí tenéis entrambos los padres, y si vos dejáis de ser dama de la reina, doña Clara, seréis señora en vuestra casa; y á falta de la tercera compañía de la guardia española, tendréis vos allí, don Juan, los no menos bravos alabarderos de la guarda del virrey.

Habiendo reconquistado la ciudad de Osorno del poder de los araucanos, el monarca lo nombró marqués de Osorno, lo ascendió a teniente general y lo trasladó al Perú como virrey, en reemplazo del bailío don Francisco Gil y Lemus de Toledo y Villamarín, caballero profesor de la orden de San Juan, comendador del Puente Orgivo y teniente general de la real armada.

El país fué explorado por varios otros españoles y portugueses, pero no se establecieron poblaciones permanentes en él sino hasta la llegada de los jesuítas en el año de 1624, habiendo sido puesto el territorio en aquel tiempo bajo la jurisdicción del gobernador del Paraguay, y más tarde bajo la del virrey del Río de la Plata.