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¡Sus maneras conmigo son tan graves y tan dulces, y me agradan tanto!... Hay, sin embargo, una especie de violencia, casi de frialdad, que se interpone a veces entre él y yo y parece helar en sus labios las palabras cariñosas. Y ya esto, aun antes de la advertencia de usted, señor cura, me había dado qué pensar.

Dábanle aspecto de dureza el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia.

Y cuando las continuas relaciones de su espíritu crecieron en violencia, hizo que la Condesa sufriera hasta ultrajes, por haber creído en sus promesas de arrepentimiento.

132 Mírame, y ten misericordia de , como acostumbras con los que aman tu Nombre. 133 Ordena mis pasos con tu palabra; y ninguna iniquidad se enseñoree de . 134 Redímeme de la violencia de los hombres; y guardaré tus mandamientos. 135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo; y enséñame tus estatutos. 136 Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley.

Don Juan sabía que gozar una mujer, en el más noble y lato sentido de la palabra, no es descerrajar una puerta. La violencia es el peor enemigo del amor.

Vámonos dijo con un laconismo de enfado. La siguió el príncipe, cabizbajo, arrepentido de su violencia. A los pocos pasos, ella pareció conmoverse por este mutismo que representaba un arrepentimiento, y volvió á sonreir: Ya que en adelante no debo verte á solas... Olvidaba que eres un marino, acostumbrado á bajar en los puertos con premura, sin querer perder tiempo.

Nuestra vida ha sido un engaño dijo en voz alta, con cierta violencia, para no dejar traslucir su emoción . debes estar convencida de ello... Y también te das cuenta de que yo pienso lo mismo... de que reconozco mi error... Porque yo... porque yo, desde hace tiempo... ¡yo te amo!... Ya está dicho: ahora ríete si quieres. Ella no quiso reir.

Declararon los jueces, que Berenguer, Rocafort y Fernan Jiménez gobernasen cada cual de por , y que los soldados tuviesen libertad de servir debajo del gobierno que mejor les pareciese, sin que para esto se le hiciese violencia por ninguna de las partes.

Los Brasileros del fuerte suelen verse atacados muy á menudo en estos parages por los indios itenes que habitan las dos riberas, y que aprovechan todas las ocasiones de procurarse, por la violencia, las armas y el hierro que les son de absoluta necesidad desde el tiempo de su contacto con los Españoles y Portugueses.

Dice él que el amor se paga con amor, el odio con odio; esto será justo, pero no es generoso. Y aquellos a quienes combate ¿odian verdaderamente? ¿No sufren, ellos también, de tener que recurrir a la violencia?...»