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Apoyose en la cortina de crespón para mirar a la calle y la destrozó. Trató de abrir su escritorio para tomar el pomo de esencia, pero dio demasiada vuelta a la llave y estropeó la cerradura. Salió de la estancia y vagó, por los pasillos oscuros y escaleras, con incierta planta, como un fantasma. Allá a lo lejos vio un punto luminoso y se dirigió hacia él involuntariamente como una mariposa.

Entonces fue cuando el Provisor vio con su catalejo, desde el campanario de la catedral, los preparativos de una expedición al campo en la que acompañaban a la Regenta Mesía, Frígilis y Quintanar.

Roma nos dejó una memoria de sus famosos histriones; no parezca exceso á la modestia y circunspección de muchos, alabar estos hombres, pues no los vió semejantes, cuando más su república florecíaComedias de Lope de Vega, tomo XVI: Madrid, 1622.

Entonces vio en los rincones grupos de hombres y de mujeres sentados en la tierra apisonada o sobre esterillas de enea. La lluvia, cortando su trabajo a media tarde, les había hecho adelantar la comida de la noche. En torno de los lebrillos de bazofia caliente, hablaban y reían moviendo las cucharas con cierta calma.

El prendero examinó el cuadro, luego empezó a arreglar sus 15 muebles. Después de una hora se presentó otro caballero. Quería comprar una mesa y algunas sillas. No le gustaron los muebles pero antes de marcharse vio el cuadro. Lo examinó con cuidado y luego preguntó el precio. No puedo venderlo, contestó el prendero no es 30 mío.

No tenía muy robustas piernas el escribiente, muchachón enclenque y larguirucho; y a breve distancia perdió fuerzas, tropezó con un tronco, cayó de bruces... Tendido en el suelo sintió que se acercaba un hombre y que dos hercúleos brazos lo ataban codo con codo, lo registraban y le quitaban el revólver... Pidió gracia por la vida... Nadie le contestó... Pero un violento puntapié lo obligó a levantarse... Vio entonces que tenía enfrente un gaucho forajido.

Al bajar del automóvil vió una extensa llanura cubierta de hierba y formadas en ella dos compañías de soldados. Otros vehículos habían llegado antes. Del grupo de personas descendidas se despegó Freya, dejando atrás á las monjas y los agentes que la escoltaban. La luz del amanecer, azul y fría como los reflejos del acero, iluminaba las dos masas de hombres armados formando ancha calle.

Al cabo de algún tiempo dio un grito y Tristán le vio sin sombrero. ¡Qué! ¿también a usted? dijo sin poder disimular su satisfacción. Pero el caballero presentó su sombrero diciendo con sorna: No; yo he sido más listo que usted y he podido atraparlo en el aire. Las señoras, que se hicieron cargo de la broma, soltaron la carcajada y aun exageraron un poco su risa.

Cuando Lorenzo se encontró con la mirada de la Pampita; cuando vio aquellos dos ojos inteligentes, apacibles, escudriñadores y profundos como jamás habría creído encontrar; cuando vio que ella le miraba, creyó que había cometido una inconveniencia, una falta, una descortesía obligándola a mover aquellos ojos y a desplegar aquellos labios... Me ha parecido oír el apodo del cebador de mate.

Desnoyers vió hombres, muchos hombres, hombres por todas partes. Eran á modo de hormigueros grises que desfilaban y desfilaban hacia el Sur, saliendo de los bosques, llenando los caminos, atravesando los campos.