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Quién diría que en medio de la calle podía uno...». Si alguien nos viera... murmuró Jacinta ruborizada, porque en verdad, aquel rincón de Zaragoza podía ser todo lo solitario que se quisiese, pero no era una alcoba. Mejor... si nos ven, mejor... Que se aguanten el gorro. Y vuelta a los abracitos y a los vocablos de miel.

Y reposo tan tranquilamente, en el presente, en mi lecho, que a contemplarme se me creería muerto, y podría estremecer al que me viera, creyéndome muerto. Las lamentaciones y los gemidos, los suspiros y las lágrimas son apaciguadas entre tanto por esta horrible palpitación de mi corazón; ¡ah, esta horrible palpitación!

«¿Y le quieres tanto, que si le vieras en algún peligro le salvarías?». Claro que ... me lo puedes creer. Si le viera en un peligro, le sacaría en bien, aunque me perdiera yo. No decir más que lo que me sale de entre . Si no es verdad esto, que no llegue a la noche con salud.

Representole quan pequeña gloria Era llevar de aquellos miserables El triunfo infausto, y la cruel vitoria. El dixo: si los hados inmudables No huvieran dado la fatal sentencia Destos en su ignorancia siempre estables. Una brizna no mas de tu presencia Que viera yo, bellisima señora, Fuera de mi rigor la resistencia.

Pero tanto afán era inútil; ni Visita, ni Paco, ni los paseos a caballo de Mesía, conseguían rendir a la Regenta. ¡Y si al menos se viera que era indiferencia aquella fortaleza! Pero, no; a leguas se veía, según los tres, que Ana estaba interesada. Esto era lo que les irritaba más, sobre todo a Visita. Don Álvaro no hablaba de este mal negocio con la del Banco, por más que ella le hurgaba.

Y al punto forcejeamos con él el calesero y yo, pues aunque sabíamos que era gran nadador, en aquel sitio y hora no habría vivido diez minutos dentro del agua. Al fin le convencimos de su locura, haciéndole volver a la calesa. Contenta se pondría, milord, la señora de sus pensamientos si le viera a usted con inclinaciones a matarse desde que suena un trueno.

Quien sólo le viera y no le escuchara, tomárale por fiero capataz de un rebaño de esclavos, y no por el paño de lágrimas de aquella turba de afligidos.

También le he hecho una bizma para la cintura que vale cualquier dinero. Yo soy así; al que me entra por el ojo derecho, le doy hasta la camisa. ¡Y si viera usted qué cariño me ha tomado Ponce!

Casi too lo que gane en la temporá próxima será pa pagar deudas. ¿Y si tuviese una desgrasia? ¿Y si se viera en la nesesiá de retirarse, como otros?... Hasta a ha querío cambiarme, lo mismo que él se ha cambiao.

Ella giraba fría e insensible, con la altivez asexual de una virtud ruda, huyendo de los saltos y contorsiones varoniles, presentando la espalda con gesto de desprecio, y el fatigoso trabajo de él consistía en colocarse siempre ante sus ojos, en ponerse ante su paso, en salirle al encuentro para que le viera y le admirase.