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Señor duque le dijo con aire de suave reconvención . ¿Es posible que esto os divierta? No respondió el duque con bondadosa sonrisa , no me divierte; me interesa. Entre tanto habían levantado al caballo. El pobre animal no podía tenerse en pie. De su destrozado vientre colgaban hasta el suelo los intestinos.

Cayó sentada en la madera, abierta la boca, los ojos espantados, las manos extendidas hacia el enemigo, que el terror le decía que iba a asesinarla. El Magistral se detuvo, cruzó los brazos sobre el vientre. No podía hablar, ni quería.

El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente dolorido. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

Alma y vientre eran por completo de un Mandarín. Así es que no dije a la generala: «Bon jour, madame», sino que, doblado por la cintura, haciendo girar los puños cerrados sobre la frente, baja, hice gravemente el «chinchín». ¡Está usted adorable, precioso! decía ella con su linda sonrisa, golpeando las manos diminutas y pálidas.

No tenía heridas visibles, pero debajo del capote tendido sobre su vientre, las entrañas, deshechas en espantosa carnicería, exhalaban un hedor de cementerio. La presencia de Desnoyers le hizo adivinar adonde le habían llevado, y poco á poco coordinó sus recuerdos.

Y el buen hombre da vueltas en derredor mío, como picado por la tarántula. No crean, señores, sin embargo, que me dejé impresionar por sus visajes. Lo conocí hacía ya mucho tiempo para saber lo que el hombre podía tener en el vientre... Pero trátenme de sinvergüenza, si quieren, el hombre me gustaba. Y el ambiente también me gustaba.

Ha poco le disteis el medallón de los rubíes, luego vuestra daga de oro y un talabarte bordado, ¡y a nada, nada!, y me dejáis andar por la ciudad pobre y andrajoso como un villanejo. Para un hermano el festín, para el otro el hueso y la asadura. ¿No nos parió ¡voto a Cristo! el mesmo vientre?

El notario, después de declamar aquellos dos versos de una comedia de aficionados, muchas veces representada en el pueblo porque era de hombres solos, dio una palmadita en el vientre a Reyes; y de pronto se quedó muy serio, muy serio, sin decir palabra, como dando a entender: «Soy todo oídos; basta de chistes; aquí tiene usted al representante de la fe pública, o al prestamista sin entrañas, lo que usted quiera».

Paróse, se pasó una mano por la frente y cerró los ojos; cuando los abrió, vió que el hombre se retorcía riendo y el lego se cogía el vientre como para evitar que estalle de alegría y luego vió que señalaban hácia su casa y volvían á reir.

Lástima es que la naturaleza al sacarla del vientre de su madre, la dotase de tanta hermosura, dejándole así poco que hacer al resplandor de belleza que lleva consigo la caridad; pero cierto es que si la mujer es hermosa por , con la ayuda de su blando corazón y piadosa condición, menos que hermosa, es un ángel sobre la tierra, y arcángel será la hermosísima María.