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Al ver a la Tribuna, se echó a reír con opaca risa. Hola, chica... salú y fraternidá. ¿Cómo está tu madre? ¿Y la revolusión, cuándo la hasemos? ¿Cuándo me preclamas a reina de España? Y como Amparo procurase escabullirse, la vieja subió el tono de sus carcajadas, semejantes al chirrido de una polea, y que hacían retemblar su vientre de ídolo chino.

Fueron así todas ofreciendo lo poco que tenían, lo único que les quedaba; y cuando la última vuelta de dados faltaba que dar, apareció una sombra más pequeña que las otras, con toda la cara y todas las trazas de Jacintito Esteven, trayendo un ave desplumada y malherida, y presentándola, dijo: Este es el trabajo; ábrale usted el vientre y encontrará dentro huevos de oro...

Añade a esto que son imprevisores, y que jamás piensan en el mañana. Si cae en sus manos un kanguro o un casoar, se apresuran a asarlo, y lo devoran, sin dejar más que los huesos, no preocupándose de si tendrán para comer al siguiente día. ¿Comen, pues, mucho? Ahí tienes un ejemplo dijo el Capitán . La olutaria ha desaparecido en seis bocados dentro de ese vientre que parece no tener fondo.

Estos pececillos, no se sabe aún por qué motivo, viven en el vientre de estos moluscos. Les entran por la boca y se les pasean por dentro como si estuvieran en su casa. ¿Y la olutaria los tolera? Desde luego que , pues con su poderosa contracción muscular podría expelerlos fácilmente, y, por el contrario, los deja en paz, como si la visita le fuera agradable.

Mas se enternecerá vm., se pasmará, y perderá el juicio, continuó Candido, quando sepa que la baronesita su hermana, á quien cree que le han pasado el vientre, está buena y sana. ¿Adonde? Aquí cerca, en casa del señor gobernador de Buenos-Ayres, y yo he venido con ella á la guerra.

Una mañana se hallaba Julita muy arrellanada en su cuna, contemplando fijamente el cielo raso. La niñera la había dejado sola por irse a retozar a la cocina. Su rostro ofrecía una gravedad desusada; los ojos inmóviles, estáticos; los labios plegados en señal de reflexión; las manos descansando tranquilamente sobre el vientre.

1 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos. 3 Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el Reino de Dios. 4 Le dice Nicodemo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?

Muchos hijos era como muchos dioses. No, uno solo...; aquel, aquel de que le hablaban las entrañas, aquel que casi casi le presentaba ante los ojos, en el aire, la alucinación de sus noches sin sueño. ¿Y de dónde había de salir su único hijo?... No cabía duda; la ley era la ley, el orden el orden; no cabían sofismas del pecado: había de salir del vientre de Emma.

Era ésta una mujer de más de cincuenta años, obesa, con un vientre colosal, que se movía con trabajo, la respiración anhelante, embotada por la grasa y hablando siempre en voz de falsete. La suma discreción, la encarnación verdadera del sigilo.

Se observan sensaciones de presion sobre el vientre, dolores cólicos, timpanitis, meteorismo, pero ningun dolor, porque los únicos que se han referido para el abdómen, pertenecen á los músculos psoas, á la íngle y anillo inguinal.