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El doctor cedió de buen grado; entonces acercaron suavemente sus sillas al círculo luminoso de la lámpara, y ya no se oyó más que el silbido del viento de invierno que agitaba las peladas copas de los tilos y la voz monótona y velada del lector acompañada por el coro de invitados al velorio, que por momentos se elevaba hasta un sordo estruendo para extinguirse en seguida en un murmullo.
No hay casa sin su ataúd, que es allá un mueble de lujo, con los adornos de nácar: los hijos buenos le dan al padre como regalo un ataúd lujoso, y la muerte es allá como una fiesta, con su música de ruido y sus cantares de pagoda: no les parece que la vida es propiedad del hombre, sino préstamo que le hizo la naturaleza, y morir no es más que volver a la naturaleza de donde se vino, y en la que todo es como hermano del hombre; por lo que suele el que muere decir en su testamento que pongan un brazo o una pierna suya adonde lo puedan picar los pájaros, y devorarlo las fieras, y deshacerlo los animales invisibles que vuelan en el viento.
Allí establecía de una vez si el viento era entablado o simple vahajillo, si era francamente a la estrella o se inclinaba al cuarto cuadrante; si el semblante estaba calimoso o cerrado; si la mar estaba picada o de leche; cuánto tiempo duraría todo esto; qué viento apuntaría al mediodía; si la mar sería gruesa a la tarde o abonanzaría, etc., etc.
Gran número de sitiadores, con actividad diligente, solícita, casi frenética, allegó y trajo leña y hojas secas, y, formando con ellas enormes montones y altos rimeros, las arrimó a las puertas y a las paredes. Los sitiadores más decididos prendieron fuego por varios puntos, y, favorable el viento a su intención, estimuló el fuego soplando.
Ya teníamos viento de que había llegado la señora y que había estado un poco enferma... Sí, sí... he estado enferma, pero ya estoy bien respondió con un poco de impaciencia. Los pastores y los mozos se habían ido acercando lentamente, todos con sus sombreros en la mano, avergonzados y confusos con una estúpida sonrisa estereotipada en el rostro. Elena estaba más confusa que ellos.
Viendo muy de mañana donde estaba la nave, y que se habia apartado una legua de tierra, me fué preciso echar el ojo á otra, y tratar con otro patron, á quien dí lo mismo que al primero. Salidas del puerto estas veinticuatro náos, tuvimos feliz viento tres dias: despues se levantó una tempestad tan horrible, que no pudimos proseguir el viage.
Marenval hizo un signo de asentimiento. Luego preguntó: ¿Cree usted que nos perseguirán? Dentro de una hora lo sabremos. Pero eso no me inquieta. Corremos como el viento y no será un aviso del Estado el que pueda darnos caza. Esos ingleses saben hacer barcos, no hay que negarlo. Aquí tiene usted un navío de recreo que corre como un torpedero. ¿Mantendremos mucho tiempo esta velocidad?
Es necesario haber presenciado esas tormentas de las regiones tropicales, para tener una verdadera idea de la violencia con que sopla el viento, y de los torrentos de agua que se desprenden sobre la naturaleza espantada.
Aquello hace reír, divierte, aturde y enloquece, como un remedo de la algarabía humana en un mercado público, Al ver á esas soberanas del viento reducidas á la esclavitud, me parecia asistir al espectáculo del orgullo humano sometido y vejado.
Los marineros lloraban en silencio, con una emoción tan honda que compadecía. Era extraño ver correr las lágrimas por esas caras encallecidas y percudidas por el sol, el viento y la lluvia, arrugadas por el tiempo, las fatigas y los peligros, y cuya expresión ordinaria era la indiferencia.
Palabra del Dia