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Todo el dia se mantuvo el viento al SO duro, y anocheció de la misma conformidad, sin que los tres que fueron á reconocer hubiesen parecido.

Amaneció el viento SO recio, de cuyo modo se mantuvo todo el dia, hasta la noche que abonanzó. Amaneció con dicho viento medianamente fresco: á las nueve de la mañana vino la chalupa á bordo, le víveres para que volviese al arroyo adonde estaba refugiada.

Decid que soy su esposo Abindarráez Que el viento os dará voz, amigos árboles. ¡Qué de veces al pie de aquestos árboles Miré los bellos ojos de Jarifa, Y ella me dijo: "¡Hermano Abindarráez!" Pues ya su esposo soy, no soy su hermano, O, a lo menos, ya puedo ser su esposo: Decídselo, si vuelve, claras fuentes.

Calmando el viento á las dos de la tarde, dió lugar á largar la mayor y el trinquete, y se hallaron en 50 grados, 11 minutos de latitud, y por la estima, en 311 grados y 3 minutos de longitud.

Percibíase ya el bulto de la Bella-Paula a simple vista, y además otros dos o tres puntitos negros cerca de ella, que cambiaban a menudo de sitio. Eran la lancha del práctico y los botes auxiliares para tirar del barco cuando fuese necesario. Como el viento no soplaba apenas, la corbeta mantenía izadas todas las velas.

El césped que crecía al pie de los tapiales de las heredades contiguas ofrecía asiento en todo lo largo del camino, y los ramos y follaje que rebosaban por cima de los setos y bardales, formando una bóveda de verdura, templaban los duros rayos del sol, o las asperezas del viento en las estaciones rígidas del año.

Siguieron pasando días sin que nada interrumpiese la monotonía de aquella larga navegación. La Providencia, el destino, los genios o los númenes que gobiernan el viento y las olas, o la misma estrella de Morsamor, según cada uno quisiera explicárselo, dispusieron las cosas de manera que la nueva Argo no halló en su camino tierra alguna donde pararse.

El cauce tortuoso y bajo los árboles que le dan sombra, se desarrolla en círculos, en remolinos, en espirales; las hierbas del fondo, cabelleras ondulosas, los rizos de la superficie, las libélulas que revolotean entre los juncos y que se juntan y se separan para volverse á reunir; los mosquitos que giran en círculos sin fin, el viento que pasa matizando de obscuro la brillante capa sobre la que dibuja sus circulares soplos, en todo, en fin, no veo más que curvas graciosamente cruzadas, círculos enlazados y figuras de contornos flotantes.

Los sentidos se auxilian recíprocamente: la sensacion de un sentido, se compara con las de otros, cuando hay duda sobre la correspondencia entre ella y un objeto. Nos parece oir el ruido del viento; pero nuestro oido nos ha engañado otras veces; para asegurarnos de la verdad miramos si hay movimiento en los árboles ó en otros objetos.

«Viento querido, amigo mío, sácame de aquí gritó la pluma agitando su fleco para volar. Levántame; llévame por esos aires de Dios, que no quiero ver tantos horrores. ¡Maldita sea la gloria y malditos los pícaros que la inventaron! Parece mentira que me haya dejado alucinar por tan craso disparate.