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No tuve en 1868 tiempo para estudiar detenidamente las condiciones de la sociedad inglesa, ni aún de Lóndres siquiera, y si pretendiese pasar por conocedor, cien libros me servirían para ostentar el barniz del viajero erudito. Pero mi propósito es describir mis propias impresiones, no las ajenas, y por tanto mis pequeños cuadros solo pueden abarcar algunos pormenores.

Mire que yo vengo confesado desde Bayona, y de allá aquí, maldito si tuvimos ocasión de pecar, ni aun venialmente, mi compañero y yo, como no sea pecado viajar por estas tierras. Calle dijo el padre, y mejor para su alma. En nombre del Padre, y del Hijo... ¡Ay Dios mío! exclamó el viajero, erizados los cabellos, que han creído en este pueblo que traemos los malos y nos conjuran.

El marido y las hijas se contentaban con hacer aquel gesto de resignación y dolor, que cada vez iba maravillando más al viajero. Después de estar algún tiempo de sobremesa, retirose a descansar. Cuando por la mañana se levantó, encontró a toda la familia muy triste y como consternada. Les preguntó en seguida con interés qué les pasaba de malo. ¡La pobre madre! exclamó una de las niñas.

Al frente de los muelles ó atracaderos de manipostería se encuentran muchos edificios de granito y piedra, que son verdaderos monumentos y llaman justamente la atencion del viajero.

Desde la misma frontera el viajero comienza á ver los hilos eléctricos que ponen en comunicacion instantánea á todos los departamentos con Paris.

Poco después baja una cesta de una trampa abierta en la roca: se instala allí el viajero, y los brazos de sus amigos de arriba izan lentamente la pesada cesta, que da vueltas por el aire.

Las calles principales son las de Herngasse, de los Señores, la de la Puerta del Cielo y otras cuatro ó cinco. Me llamó mucho la atencion el observar que con bastante frecuencia el viajero encuentra en las calles y plazas columnas dedicadas á la Virgen, á la Trinidad y otros símbolos religiosos.

Compréndese fácilmente que una diferencia de altura de 175 metros no es suficiente para influir de una manera sensible en la temperatura del aire». He ahí precisamente lo que no comprendo, ni aun fácilmente, con la aserción del ilustre viajero.

Es en su conjunto y por su significacion general, histórica y social, que el viajero la contempla con pasmosa admiracion y tristeza.

La monotonía del camino, de cuándo en cuándo era interrumpida por precipicios, siniestros testigos que vienen á enseñar al viajero antiguos cáuces por los cuales ha corrido la lava y el fuego.