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Los pastores cantaron nuevos villancicos, alternando con los coros de niños que acompañaba el órgano. El cura, una vez concluido el oficio, vino a hacer en lengua vulgar , delante del concurso, la narración sencilla del Evangelio sobre el nacimiento de Jesús.

Varias veces instamos al teniente a que saliéramos a dominar a los amotinados, pero él nos contenía, diciendo: No, no; que vean que nos necesitan. Si no, en seguida se volverán a sublevar otra vez. Al quinto día nos sorprendió la agitación que había en cubierta; se oían gritos furiosos, voces iracundas.... Al anochecer, estaba yo de guardia cuando sonaron dos golpes suaves en la puerta.

Aquí Desnoyers creyó que debía decir algo, para que el orador no adivinase sus verdaderas preocupaciones. Tal vez no hacen ustedes bastante. ¡Si ustedes devolviesen, ante todo, lo que le quitaron!... Se hizo un silencio de estupefacción, como si hubiese sonado en el buque la señal de alarma.

Quedó sorprendida al verme y se apagó súbitamente la sonrisa que contraía sus labios. Sin duda por aquella puerta no entraban las visitas, y sólo las mandaderas del convento o alguno de sus dependientes. Y vino la pregunta consabida. ¿Qué se le ofrecía a usted? ¿Se puede ver a don Sabino? Tuve que repetirlo otra vez.

Yo no podía admitir que perteneciera a otro, aun cuando no fuera más que con el pensamiento. Yo, que la había traicionado, no podía admitir el ser traicionado a mi vez. Mi soberbia era ilimitada, no toleraba que alguien valiese más que yo.

Hacen las posturas de sus huevos en la arena de la playa, ocasión que aprovechan los naturales para poderlos coger con suma facilidad, volcándolos con las patas hacia arriba. A la vez se aprovechan de los huevos, que son un rico manjar. Los saurios son abundantísimos, tanto en el mar como en los ríos, esteros y lagunas.

Si no fuera porque el espectro de la hucha se le solía aparecer de vez en cuando anunciándole el acabamiento del dinero extraído de ella, ¡cuán feliz habría sido el pobre chico! A pesar de esto, la dicha le embargaba. Entrábale una embriaguez de amor que le hacía ver todas las cosas teñidas de optimismo. No había dificultades, no había peligros ni tropiezos. El dinero ya vendría de alguna parte.

Lo había introducido igualmente en su casa, pero únicamente para que diese lecciones de piano á la hija menor. «La romántica» ya no se colocaba al atardecer en la puerta contemplando el sol poniente. Karl, una vez terminado su trabajo en la Administración, venía á la casa del estanciero, sentándose al lado de Elena, que tecleaba con una tenacidad digna de mejor suerte.

Allí está cautiva Adela, bajo una triple llave de la que ese doméstico es el único depositario, porque Montbreuse, fiel a su hipocresía, afectaba aún no comunicarse con Adela más que por medio de mensajes apasionados, y que era hoy cuando, por primera vez, debía presentarse a sus ojos.

La obra es por contrata; al contratista le dan sus buenos millones, y él hace el edificio como si fuese de cartón. Lo que importa es ganar dinero, mucho dinero, para partírselo tal vez con los mandones que le protegen. Los que conocemos el oficio temblamos de miedo al ver cómo nos obligan a construir.