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Por allí entra agora una fregona con un vestido alquilado, que la trae su ama a sacar de don, como de pila, para darla el tusón de las damas, porque le pague en esta moneda lo que le ha costado el crialla, y aun ella parece que se quiere volver al paño , según viene bruñida de esmeril.

Yo no haré sino lo que sea conveniente, aunque tenga que ponerme un vestido amarillo color canario, y preferiría que fuerais vos la que eligierais y me dejarais llevar lo que os place. ¡Ya estáis otra vez con el mismo tema! No cambiaríais de tono aunque hablarais la semana entera.

El señor marqués, vestido ya por completo de mañana, hallábase sentado junto a su mesa de escribir, con una carta cerrada en la mano. ¿El señor marqués ha llamado?...

El pan se me ha acabado, Y roto entre xarales el vestido, Los zapatos rasgados, El brio consumido, De modo que no puedo Un pie del otro pie pasar un dedo. Ya la hambre me aquexa, Y la sed insufrible me atormenta, Ya la fuerza me dexa, Y espero desta afrenta Salir con entregarme A quien de nuevo quisiere cautivarme.

El despacho del marqués era regularmente amplio, severamente vestido, severamente puesto y severamente alumbrado por la dulce y severa luz del Norte.

Elisa se esmeró entonces en su vestido y peinado; lució nuevas y ricas galas; aguzó el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo su conversación; atrajo en torno suyo a cuantos hombres valían más por cualquier estilo; se rodeó de más brillante y numerosa corte que nunca, y ni aun así pudo vencer la indiferencia del Conde.

Aquel señor vestido como un hombre del campo, rudo centauro de zajones y fuerte garrocha, era un ilustre personaje que podía cubrirse el pecho de bandas y cruces y vestir en el palacio de los reyes una casaca llena de bordados con una llave de oro cosida a un faldón.

Primero, vemos á Don Juan vestido de criado; después, el conflicto en que lo pone su amor á Doña Inés y sus celos; luego, su deber de vengarse de Don Lope, seductor de su hermana y matador de su hermano; y, por último, á su criado en disfraz de caballero, y en la rara situación en que lo pone este disfraz.

Algunas veces, por desgracia, el príncipe ruso vestido con pieles finas o el noble escocés que lucía torneada y robusta pantorrilla con media de cuadros brillantes, se convertían de repente en un caballero enfermo del hígado, pálido, delgado, tocado con sombrero de jipijapa, que se despedía de la señora de sus pensamientos diciendo: «Adiosito.

Al fin, cansadas de su paciencia, le dejaron en paz. El adorable Pablito, vestido correctamente de frac, con una flor blanca en el ojal, llevaba a cabo mientras tanto la conquista de cierta hermosa hebrea, hija de un comandante de artillería que acababa de llegar.