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Entonces, ¡oh prodigio! la señora se fué reanimando, y levantándose al fin, mostró á Pacorrito su risueño semblante, su noble frente sin ninguna herida, su cuerpo esbelto sin la más leve rotura, su vestido completo y limpio, su cabellera rizosa y perfumada, su sombrero coquetón, que adornaban diminutas flores; en suma, se mostró perfecta y acabadamente hermosa, tal como la conoció el muchacho en la vitrina.

Una mañana que la Pipaón estaba sola, pues Thiers había ido a la consulta, presentose inopinadamente Pez. Vestido de verano, con el ligero y elegante traje de alpaca de color, parecía un pollo. Veíale siempre Rosalía con gusto, y en aquella ocasión le vio con mayor agrado, por lo terso y remozado que estaba. Cada vez se crecía más en el espíritu de la noble señora la imagen de aquel sujeto, y se afianzaba más en los dominios de su pensamiento. Y antes que los atractivos exteriores de él, antes que sus modales y su señorío, la cautivaban los propósitos que hizo de protegerla en cualquier circunstancia aflictiva. Hubiérase rendido al protector antes que al amante; quiero decir que si Pez no hubiera puesto aquellas paralelas del ofrecimiento positivo, el terreno ganado habría sido mucho menos grande.

Al comenzar la escena, es ésta un paraje agreste, montañoso, oyéndose dentro tiros de arcabuz. Preséntanse Don Mendo y su hija Violante, perseguidos por salteadores, y, cuando están á punto de sucumbir, aparece Don Lope, capitán de la banda, vestido como los demás ladrones.

Se sonrió recordando que cierto día en que llevaba aquel mismo vestido quiso a toda costa jugar al viajero en el desierto, y para esto obligó al pobre muchacho a hacer el papel ingrato de dromedario.

Pero los médicos de París son filósofos imperturbables que viajan entre el lujo y la miseria, sin extrañarse de nada, del mismo modo que pasan del calor al frío sin resfriarse. La señora Chermidy estaba envuelta en vestido acolchado de raso blanco. Con aquel traje parecía una gata sobre un edredón, una joya en su estuche.

El Alma se presenta con vestido de penitente, y se arrodilla contrita delante del Señor, que la acoge benigno; le promete el perdón, porque su arrepentimiento es sincero, y le ofrece el Sacramento del Altar como prenda de su gracia. El auto segundo, cuyo argumento expondremos también, y que se titula Las aventuras del hombre, comienza con la expulsión del Paraíso de nuestros primeros padres.

Efectivamente: si la blancura del cutis, el esmero en el corte del vestido y otras virtudes semejantes, son las que más realzan el mérito de una persona, confieso que las que, por gusto ó por necesidad, viven en la aldea perpetuamente, están muy por debajo de las que habitamos en la ciudad .

Iba a aceptar, sin embargo, cuando un personaje venerable, vestido como caballero y luciendo en el cinto corva daga cubierta de pedrería, se levantó súbitamente del más obscuro rincón y, una vez junto a él, le dijo, deteniéndolo el brazo: Beba vuesamerced en esta taza, menos indigna de un hidalgo. Y ofreciole su obscura taza de acero, llena también, y ornada de hermosa ataujía de oro purpúreo.

Y Freya, como si le enterneciesen de un modo irresistible estos consejos, avanzó un brazo sobre los globos encorsetados de la doctora, apretando convulsivamente la diestra de Ulises. Entró un hombre de la edad de Ferragut, pero más bajo de estatura, menos endurecido el rostro por el curtimiento de la intemperie. Iba vestido á la inglesa, con escrupulosa corrección.

Se le ocurrió poner, colgado en el balcón, el cuerpo de vestido que pegada tenía la cosa falsa con que doña Lupe engañaba al público. La malicia de Papitos imaginaba que puesto en el balcón el testimonio de la falta de su señora, la gente que pasase lo había de ver y se había de reír mucho.