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»No había excusa posible; así, que me dirigí en el acto a su aposento. Ella debió conocerme por el rumor de mis pasos, porque al entrar yo la vi con los ojos fijos en la puerta, revelando en su»mirada la más profunda ansiedad. Al verme llegar, me dijo: » Ven, ven, Amaury. ¿Has visto ya al ministro? » le contesté, con cierta vacilación.

192 Supe una vez por desgracia que había un baile por allí, y medio desesperao a ver la milonga fui. 193 Riunidos al pericón tantos amigos hallé, que alegre de verme entre ellos esa noche me apedé. 194 Como nunca, en la ocasión por peliar me dio la tranca. Y la emprendí con un negro que trujo una negra en ancas.

Bien quisiera yo participar de tu confianza, Magdalena... Pero por desdicha veo de algún tiempo a esta parte a tu padre muy cambiado para . Al cabo de haberme tratado durante quince años como si fuera su propio hijo, viene a mirarme ahora como si fuera un extraño. Después de haber vivido a tu lado como un hermano, hoy mi entrada te asusta y lanzas un grito al verme...

No creas que es exageración: se me renovaron de repente el dolor y la vergüenza de todos los golpes que había recibido en aquella casa; me acordé del último día que pasé allí; creí verme tumbada en el jergón, mientras Inesilla se gozaba en mi daño; su voz cruel y burlona pareció resonar en mis oídos, y claro está, con los recuerdos volvió el rencor y con el rencor el deseo de venganza. ¡Y qué venganza la que se me venía a las manos!

La que yo quiero que lo sepa primero de todos es mi amiga la obispa. ¿Apostamos a que viene a verme? Ya... no se le queda a ella en el cuerpo el sermón que me tiene preparado. ¡Vengan sermones! No me importa; mejor. Yo le diré que tiene razón; pero que yo tengo el hijo, y allá se van hijos con razones».

En torno de aquellos hogares humeantes moraban muchos seres que no habían tenido la curiosidad perversa de bajar a la calle para verme pasar, y que ahora tampoco rodeaban el patíbulo para verme morir. Me sentí profundamente conmovido.

Saqué un duro del bolsillo y, tirándolo sobre la mesa, dije: «Ese duro al cinco, señor LlagosteraLevantó la cabeza, y al verme se inmutó ligeramente; pero, reponiéndose en seguida, me saludó con la mayor desvergüenza: «Buenas noches, compañeroCuando le conté la aventura a Villa, se tiraba en la cama de risa.

Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire.

Compiten con sus virtudes 915 Sus gracias y perfecciones. ¿Que tantas persecuciones, Visitas, solicitudes, Celos, desvelos, requiebros, Tengan por premio su olvido, 920 Hasta verme convertido, De Amadís, en Beltenebros? No he visto tales aceros. Conde, no habéis de cansaros; Que el estado de estimaros 925 Ya es principio de quereros.

Parecía que aquella tristeza aumentaba al verme a tan tranquilo y satisfecho; mi calma, sobre todo, le mortificaba horriblemente; quería censurar mi felicidad sin haberme él dicho antes el motivo por el cual debiera estar yo triste.