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Repentinamente sentí una como ráfaga de melancolía y dirigí la mirada hacia el retrato. Me estremecí al verlo, y noté que mi amigo sufrió idéntica impresión. Nos miramos ambos, y él, poniéndose de pie, dijo en voz muy baja: ¡Está llorando! Yo asentí con la cabeza, y mi compañero con paso quedo, salió de la estancia y cerró la puerta tras , cuidadosamente.

También llegaron a nosotros las oraciones fúnebres que en tal ocasión pronunciaron los más famosos predicadores del tiempo. El cortejo fué llevado por la calle de Cantarranas para que Marcela pudiera verlo desde su convento.

Para poder verlo desde el sitio en que se encontraba, tuvo que aproximarse a Melchor hasta rozarlo casi con su cuerpo llevándole, por un instante, mezclado al olor a campo, la dura sensación de aquel contacto. ¿Y qué milagro?... ¿Don Melchor... le cebaré un matesito?

Teresa se resistió á abandonar á su hijo aunque sólo fuera por breve rato: pronto dejaría de verlo; que no la robasen el tiempo que le quedaba de contemplar á su tesoro. Y prorrumpiendo en lamentos más fuertes, se abalanzó sobre el frío cadáver, queriendo abrazarle.

Más de una muchacha se va a morir de tristeza: Joaquinita por ejemplo, la de Alegre, está perdidamente enamorada de él; en cuanto lo veía pasar a caballo, envuelto en su capa gris, aquella muchacha no se podía dominar y salía a la puerta de calle para verlo. ¡Pobre joven! Y la de Vargas, Victorita, lo mismo; aquí lo encontró una noche y no le quitaba los ojos dijo don Narciso.

Paseábase por el medio del salón tan apuesto, tan bizarro, que daba gloria verlo. Miraba cuándo a un lado, cuándo a otro, como hacen todos los hombres de verdadero ingenio en estos casos.

Al fin llegó la niña al palacio y supo que dentro de cuatro días se casaría el príncipe con la hija de la bruja. Ella se sentó en el jardín, y trató de hacerse pasar por una tonta. Con este motivo se lavaba la cara con barro y hacía otras muchas tonterías. Sacó la gallina de oro y le dió el trigo. 160 Los sirvientes del palacio refirieron esto a su señorita que vino a verlo.

En algún papel la melancolía había repetido muchas veces una misma palabra, trazándola primero con grandes letras, que luego iban disminuyendo hasta ser como puntos. «Se quemará todo» volvió a decir la marquesa, haciendo un montón de lo que se destinaba a la hoguera. Revolviendo más, encontró un retrato. La señora puso muy mala cara al verlo.

Ve á verlo y le darás un alegrón. ¡Valiente cosa te importa la mala cara que pueda hacerte tu parienta!... Aresti pareció encabritarse oyendo esto. ¿Conque tenían á su primo en una especie de secuestro manso, para que no le viera, y llamaban á otro médico como si él hubiese muerto?... Pues allá se iba al instante. Sentía curiosidad por ver de cerca la nueva dicha del millonario.

Está la casa llena dijo . No hay sitio para tres personas, sólo una podría quedarse. ¿Y las caballerías? preguntó Bautista. Creo que hay sitio en la cuadra. Fué la muchacha a verlo y Martín dijo a Bautista. Puesto que hay sitio para una persona, te puedes quedar aquí. Vale más que estemos separados y que hagamos como si no nos conociéramos. , es verdad contestó Bautista.