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Le hirieron en Charleroi, y curó á los quince días; luego volvieron á herirle en el Yser, y pasó dos meses en cama; finalmente lo alcanzó un obús en un combate sin nombre, en una de las mil acciones obscuras por la posesión de unos cuantos metros de zanja. El padre consiguió verlo, una sola vez, en un hospital de París.

Jamás se les ha visto envejecer. ¡Dios los envía alguna vez para consolar a los pobres y a los enfermos, pero los vuelve a llamar pronto a su lado! Cuando mueren, lo hacen con una sonrisa de alegría, porque les place volver al sitio de donde han venido. Si usted encuentra alguno por casualidad, tenga cuidado de no perderlo de vista ni un momento, porque ya no volvería a verlo

Y si alguien manifiesta sorpresa al verlo, don Juan declara que, no pudiendo hallar imagen auténtica del Dios omnipotente, y pareciéndole un poco tristes los crucifijos, ha colocado en su lugar aquella representación del amor, que es delicia y mantenimiento del mundo.

542 No podiamos dudar, al verlo en tal padecer, el fin que habia de tener, y Cruz que era tan humano: "Vamos", me dijo, "Paisano a cumplir con un deber". 543 Fuimos a estar a su lado para ayudarlo a curar; lo vinieron a buscar y hacerle como a los otros; lo defendimos nosotros, no lo dejamos lanciar. 544 Iba creciendo la plaga y la mortandá seguía.

Al francés hay que verlo á la hora en que procura remediar sus imprevisiones. Diga lo que diga el bárbaro de tu primo, hay entusiasmo, hay orden... Peor que nosotros debieron verse los que vivían días antes de lo de Valmy. Todo desorganizado: como única defensa, batallones de obreros y campesinos que por primera vez tomaban un fusil.

Bueno, salude usted afectuosamente a mi tío, y dígale que tengo que hablar primero con mis padres él sabe de qué se trata y que inmediatamente después iré a verlo. La anciana murmuró algo, pero las palabras se ahogaron en su garganta. El carruaje continuó su camino hacia la casa del viejo Hellinger, situada bajo la sombra de viejos y soberbios tilos, como bajo un dosel.

Puedo asegurar que no sentí ningun frio á pesar de aquella temperatura, las emociones me mantuvieron el calor: nada mas portentoso que semejante viaje; pueden con gusto aceptarse los riesgos que se corren, á trueque de verlo una vez.

Durante los primeros días ha estado esperando hora tras hora verlo llegar; quizá no se ha dado cuenta de lo que decía en su embriaguez... ¡y él, Martín, será ciertamente el último en recordárselo! Pero pasan los días, unos después de otros, sin que Juan reaparezca; su angustia crece entonces.

Los dos mayores eran ya unos mocetones soberbios. ¡Qué altivez en la mirada cuando se plantaban, con las piernas abiertas, la cabeza echada para atrás, y las manos en los bolsillos de los calzones! Uno y otro parecían decir: «Soy el hijo de mi padre. ¡Venid, pues, a verloTodo el santo día estaban peleándose entre ellos, y el padre mismo era quien los excitaba.

Con verlo bastaba. No era cosa de exponerse a recibir un balazo por simple curiosidad. De vez en cuando, las noticias que el cazador ingería en sus relatos enfriaban el entusiasmo de los oyentes, haciéndoles retrasar la expedición para mejores tiempos.