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Examinó, aterrado, su conciencia y al verla llena de culpas tuvo miedo, no de ser herido por el rayo de la cólera divina, sino de verse separado de su hija.

Faltóme el valor... ¡Qué vergüenza!... Metí el rostro entre las manos y rompí á llorar como un niño. Noté que ya no andaba, y sin verla sentí que su mirada se posaba sobre más dulce y compasiva.

Y al empuje vigoroso del joven, el columpio volaba, y la niña cerraba los ojos dilatando la nariz con un sentimiento de intenso placer. Gonzalo gozaba en verla así arrobada. Transcurrieron veinte días de esta suerte. Durante ellos recibieron dos visitas de Pablito y Piscis, una vez en tílburi y otra a caballo.

Por otra parte, sus compañeras de teatro, al verla en posición tan brillante, rodeada de tanto lujo, vestida de ricas galas, no cesaban de interrogarla... Y sus preguntas enseñaban a Judit más de lo que ella quería saber... De aquí que, sin que acertara a explicarse el motivo, obstinárase en guardar el más profundo silencio con su tía y sus compañeras respecto a lo que había sucedido entre ella y él.

-Si os la mostrara -replicó don Quijote-, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia.

Bien está, dixo Zadig; eso es señal de que es una muger de bien, que amaba de veras á su marido. Ha, replico Azora, si supieras qual era su ocupacion quando entré á verla. ¿Qual era, hermosa Azora? Dar otro cauce al arroyo. Añadió luego Azora tantas invectivas, prorumpió en tan agrias acusaciones contra la viuda moza, que disgustó mucho á Zadig virtud tan jactanciosa.

Y no pude menos que echarme a reír al verla: esculpida con la mayor rudeza, representaba a un individuo de anguloso y desproporcionado aspecto, sentado al borde de la azotea, con las piernas cruzadas, más abajo de las rodillas, y con las manos en actitud de batir palmas.

Si es su deseo verla antes de decidir, ella se alegrará de poder estrecharla en sus brazos, sin que ello implique la más remota intención de influir en su decisión, libre de todo punto. ¿Sabe madre que ella viene? dijo apresuradamente Carolina. No podría contestarlo dijo Príncipe gravemente.

No entendía la mayor parte de sus palabras, pero columbraba en ellas una esperanza. Según eso, ¿cree su mercé que Mari-Crú no ha muerto del too? ¿Que aún podré verla, cuando me ajogue su recuerdo?... Salvatierra sentíase influenciado por los lamentos de la familia, por la agonía que había visto, por la miseria de aquel cadáver que se balanceaba a pocos pasos dentro del carro.

Bien sabía yo dijo por su parte y sólo por decir algo, que el remedio era infalible; sobre todo, aplicado a tiempo... Y aunque yo me privara del gusto de verla ahí tan repuesta, ¿no estaría usted mejor descansando sobre el almohadón que no se ha mojado?