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Sobre el parapeto del camino real que cae al mar estaban siempre de codos algunos marineros, con gruesos zuecos de palo, faja de lana roja, gorro catalán; sus rostros curtidos, su sotabarba poblada y recia, su mirar franco, decían a las claras la libertad y rudeza de la existencia marítima; a pocos pasos de este grupo, que rara vez faltaba de allí, se instalaba, en la confluencia de la alameda y la cuesta, el mercadillo: cestas de marchitas verduras, pescados, mariscos; pero nunca aves ni frutas de mérito.

Bastantes novelas en diálogos, imitando la de Fernando de Rojas, se escribieron después: algunas notabilísimas por la elegancia y gracia del lenguaje, por el ingenio y por el chiste, y dejando muy atrás a La Celestina en sus desenfadadas verduras. La Comedia Serafina, reimpresa también pocos años ha por los señores marqués de la Fuensanta del Valle y D. José Sancho Rayón, da testimonio de ello.

Por fin se enteró. «Hoy no llevo más que media libra de falda para el cocido y una chuletita de lomo. Señor Paco, pésemelo bien». Tome usted, simpatía, y mande. También compró dos onzas de tocino; luego una brecolera en el puesto de verduras de la carnicería, y en la tienda de la esquina, arroz, cuatro huevos y una lata de pimientos morrones.

Un perfume de gran mercado surgía a bocanadas por las puertas: perfume de flores que agonizan lentamente, de frutas y verduras detenidas en su fermentación por la catalepsia del frío, de vinos y cervezas agitados en sus encierros por la continua inestabilidad del buque.

Causábanle náuseas los carros repletos del estiércol recogido en los puntos de venta: hortalizas pisoteadas, frutas podridas, todo el fermento de un mercado en el que siempre hay sol. Vamos a la acera dijo a sus criados . Compraremos primero las verduras.

Y con una paciencia de bestia sumisa esperaba que le diesen por las verduras el dinero que se había fijado en sus complicados cálculos, para mantener á Tòni y llevar la casa adelante. Después de esta venta corría otra vez hacia su barraca, deseando salvar cuanto antes una hora de camino. Entraba de nuevo en funciones para desarrollar una segunda industria: después de las hortalizas, la leche.

Era S. Eulogio, dice su condiscípulo Paulo Alvaro, tan pequeño de cuerpo como grande de alma. «, carta, y sal con mucha priesa, volando por selvas y collados: atraviesa con apresurado curso los valles y busca los sagrados edificios del amado de Dios Benedicto. Allí siempre hallan reposo los que llegan fatigados: dáseles con abundancia verduras, pan y peces.

Cuenta la historia que así como Híala y Encirnún salieron de aquellas intrincadas calles de rosales y verduras encontraron en un prado sobre una flor la mariposa más extremada en hermosura, así por sus colores como por la brillantez de sus penachos.

De sus sótanos, faltos de aire, surgía la peste de las verduras fermentadas, difundiéndose por toda esta parte de Madrid, que olía como una huerta abandonada. Los dos amantes, en su lento regreso, discutían el empleo del dinero que acababan de cobrar. No bastaba para las más rudimentarias necesidades. Feli percibía cincuenta céntimos por cada docena de corsés.

Pero don Germán era enemigo de ellas; las dejaba a su esposa y a los convidados; él se mantenía de verduras, judías, huevos y tal cual trozo de carne asada. Aquella alimentación primitiva servía para embromarle y armar algazara. Sobre todo lo que despertaba siempre más risa era verle comer a puñados el maíz cocido, costumbre adquirida en América.