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«Allá voy, muñeca; le decía es justo que después de los trabajos y fatigas del Adviento me yo mis verdes. Viejo y enfermo, este pobre cura todavía tiene ganas de subir y bajar. Además, ¡me muero por ver a mi Linilla! Buena falta me haces aquí. Francisca ya no sirve para nada; cada día está más chocha, y todo se le va en gruñir y regañar. Ni yo me escapo.

A la derecha ó el oriente se levantan en anfiteatros rústicos y bellos los contrafuertes mas cercanos de los Pirineos, en ondas de verdes colinas y de montañas rocallosas y tristes alternando caprichosamente.

Cuando me levanté, al día siguiente por la mañana, tenía zumbidos en la cabeza, y ante mis ojos bailaban manchas de luz verdes y amarillas. Al ver mi semblante, Marta juntó las manos por encima de su cabeza, y Roberto, que otra vez estaba sentado en la esquina del sofá, envuelto nuevamente en nubes de humo, exclamó: ¿Has pasado la noche llorando o bailando?

Feli se fijaba otras veces en una jovencita de rojas peinetas en el pelo, hueca falda de flores con largos volantes y un sinnúmero de collares verdes, azules y rosa. Era casi una niña; la pubertad apenas había hinchado la tapa de su pecho con los capullos femeniles; sus ropas huecas, sonando con escandaloso fru-fru, denunciaban una delgadez de escuerzo femenino.

Eran estos á modo de baluartes que, arrancando de la montaña, llegaban hasta la ría, elevados algunos metros sobre el nivel de los campos. Los de las compañías extranjeras eran verdes, con los taludes cubiertos de musgo como los glacis de los fuertes modernos, y las pequeñas locomotoras pasaban sobre ellos ligeras y brillantes como juguetes.

Si tenemos la suerte de ir acompañados del Jefe de la provincia ó Alcalde mayor, nuestra presencia será saludada con la marcha Real; si el bastón desciende de aquellas categorías, entonces nos tocarán el Mambrú ó las habas verdes.

Había conocido mujeres de todos los colores, blancas, rojas, amarillas, verdes... pero sólo una vez había tropezado con el amor, muy lejos, al otro lado del planeta, en el puerto de Valparaíso.

Parecían un mar ondulante con transparencias verdes del cual partía vago rumor de sederías que se despliegan. Y entre estas olas verdes hería los ojos el brillo sangriento de alguna amapola o la nota delicada de los azules chupamieles. Las figuras de algunos labriegos que atravesaban las trochas se destacaban con admirable pureza.

Luego, volviendo a los desiertos prados, Durmiendo con los álamos de Alcides Las yedras vi con lazos apretados, Y con los verdes pámpanos las vides. "¡Ay!, dije, ¿cómo estáis tan descuidados? Y , grosero, ¿cómo no divides, Villano labrador, estos amores, Cortando ramas y rompiendo flores?" Todo duerme seguro.

Y usted, ¿qué tal?». iii «Yo, bueno... conque a tomar el aire... contestó Segismundo con cara de muy mal genio . El aire que me va usted a tomar ahora es ponerle las etiquetas a estos frascos de jarabes... Y cuidado con equivocarse. Las etiquetas rojas son las del jarabe de corteza de naranja amarga con yoduro potásico; las verdes el mismo con hierro dializado.