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Pero más brillante y más radiante estaba aún Inocencio; radiante de gloria y felicidad, recibiendo con agrado a cuantas personas venían a ver los regalos, dictando órdenes a los traspuntes y tramoyistas para el conveniente decorado de la escena y multiplicando las sonrisas y los apretones de mano hasta lo infinito.

Y tan hermoso vio la Muerte en el canto a su jardín, que lo quiso ir a ver, y se levantó del pecho del emperador, y desapareció como un vapor por la ventana. ¡Gracias, gracias, pájaro celeste! decía el emperador. Yo te desterré de mi reino, y destierras a la muerte de mi corazón. ¿Cómo te puedo yo pagar?

Había querido ver la casa de su hijo. ¡Pobre viejo!... Le arrastraba la misma atracción del enamorado que, para alegrar su soledad, recorre los lugares que frecuentó la persona amada. No le bastaban las cartas de Julio: necesitaba ver su antigua vivienda, rozarse con todos los objetos que le habían rodeado, respirar el mismo aire, hablar con aquel joven que era su íntimo compañero.

Al oír una voz juvenil brotando de una garganta esbelta y alabastrina, al ver un cuerpo elástico y nervioso modelado por los contornos de la carne viva y suave a la presión, mi tío, que era flaco y alto como un junco de las islas, gemía involuntariamente como una arpa eólica, y, no contento con saborear la estatua con los ojos, cedía, sin querer, el brazo a los movimientos irrespetuosos de la electricidad animal y gustaba de tocar el buen señor.

La mazorca ha sido un instrumento poderoso de conciliación y de paz, y si no, id a ver los resultados y buscad en la tierra ciudad más conciliada y pacífica que la de Buenos Aires.

De fijo que me calienta las orejas; pero paso por todo con tal de ver la cara que pone delante de este hijo. A ver qué tiene que decir de mi idea. ¿Qué se le ocurrirá?

Las bromas groseras del valentón hacían rugir de risa á la concurrencia. A toda aquella gente, que aún guardaba el mal sabor de la paga de San Juan, le hacía mucha gracia ver tratados á sus amos tan cruelmente. ¡Ah!

O la balsamina continuó respirando apenas . Así, pues, padres míos, absolvedme por anticipado, porque es por la salvación de todos, sobre todo por los de abajo; y van ustedes a ver, mis reverendos, cómo la punta de un cuchillo persuade mejor que las más elocuentes palabras.

Nada le enfurece tanto como ver una obra proporcionada y armónica. Al que la produce dipútale desde luego por artista apocado y enclenque. Componer obras monstruosas, emitir ideas estupendas, no decir jamás algo que no sea completamente nuevo, inaudito, aunque sea un desatino: tal es el secreto para sujetarle.

Holgó la gente, en ver que el bastimento Llegase