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Pues, puño, con golverme por onde vine.... Así como así, pa ver lo que yo acabo de ver, morirse es mejor, cuanti más golver al servicio. ¿Qué vistes, hombre? ¡Lo último, puño; lo último que me quedaba que ver! Y créalo, tío Tremontorio: más me apesaumbra esto, que el venir con el pase del terrestre. Pero ¿qué vistes? ¡Pásmese, hombre!

Don Máximo se fue a descansar un rato, prometiendo venir pronto. El confesor no quiso dejar la casa porque no encontraba nada bien a su penitente, y se tumbó en un sofá. Ricardo también continuaba allí. A las dos acaeció lo que don Máximo temía. Repitiose el ataque, y por desgracia con tal violencia que faltó poco para que la infeliz señora se quedase en él.

Le bastaba colocar la mirada en uno de ellos para considerarlo suyo, sin molestarse en consultar su aprobación. Era el centro de la vida en aquel pedazo de mundo que flotaba sobre el Océano, y todo el sexo masculino debía girar en torno de su persona. Aquel a quien ella hiciese un gesto, un leve llamamiento, tenía que venir forzosamente a arrodillarse a sus pies.

Y ella, á su vez, le besó á él, pero con un beso triste, ligero, desmayado, que en nada recordaba la histérica caricia del Acuario. Su voz, que parecía venir de muy lejos, fué repitiendo lo que le había aconsejado en la trattoria. Váyase, Ulises, no me vea más. Se lo digo por su bien... Yo traigo desgracia. Lamentaría que maldijese el momento en que me conoció.

Salí del puerto de San José, y conseguí su entrada; y despues de mi regreso á dicho puerto, dispuso Vd. venir á este rio con el expresado bergantin de mi cargo, y la zumaca San Antonio la Olivera, y hemos entrado en él con la facilidad y felicidad sabida.

En medio de todo, harto tengo que agradecer á Jesús y á María Santísima, que se apiadan de , á pesar de lo indigna que soy, y disponen que no se solemnice mi falta con el escándalo. Favor sobrenatural del cielo es, sin duda, el que siga oculto el móvil que ha impulsado á D. Carlos á venir aquí. La gente cree que vino y está aquí por . ¡Cuánto debo agradecerte que cargues con esta culpa!

686 Cuentan esas horas eternas para más atormentarse; su lágrima al redamarse calcula, en sus afliciones, contando sus pulsaciones, lo que dilata en secarse. 687 Allí se amansa el más bravo, allí se duebla el más juerte; el silencio es de tal suerte que, cuando llegue a venir, hasta se le han de sentir las pisadas a la muerte.

Batiste vio venir á su hija, separada de las otras muchachas, caminando con paso perezoso. Sola no. Creyó ver que hablaba con un hombre, el cual seguía la misma dirección que ella, aunque algo separado, como van siempre los novios en la huerta, pues la aproximación es para ellos signo de pecado.

El choque de sus espadas, en la pelea, hace venir á Manfredo. Flor es sorprendida junto al cadáver ensangrentado, y, en este apuro y para salvar su honor, declara que ella misma le ha dado muerte por defender su honra.

¿Creerás, querida, que aún no conozco a tu marido? dijo la señorita de Chalvin , ¡y tengo una curiosidad! ¡Glotona! replicó Marianita , pues bien, relámete... va a venir... lo estoy esperando... ¡Dicen que es seductor, amada mía! ¡Seductor!... ¡aun me parece poco!...