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Llegad en torno mio, Venid, sombras nocturnas, Y alzad con poderío Las cinerarias urnas, Cubiertas con el lirio Que consagró el martirio: Alzad, sombras, alzad! Bañadlas con el llanto Del pueblo que suspira, Y el ardoroso canto Que se alce con mi lira, Por todo el hemisferio Libre del cautiverio. Llevad, sombras, llevad!

Céfalo, después de matar con un venablo á su querida Procris, exclama así: República celestial, Aves, peces, fieras, hombres, Montes, riscos, peñas, mar, Plantas, flores, yerbas, prados, ¡Venid todos á llorar! Coches, albardas, pollinos, Con todo vivo animal; Pavos, perdices, gallinas, Morcillas, manos, cuajar, ¡Procris murió! Decid, pues: ¡Su moño descanse en paz!

Esperad; puesto que vais á ser mi esposa... ¿Qué?... En la carta que habéis leído, se habla de las alhajas de mi madre; aceptadlas como vuestro dote, señora... Y el joven se metió la mano en el bolsillo. Después, muy después dijo doña Clara ; ahora, puesto que entrambos queremos unirnos, venid.

19 Y manda: Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres; y tomad a vuestro padre, y venid. 20 Y no se os preocupe por vuestras alhajas, porque el bien de la tierra de Egipto será vuestro. 21 Y lo hicieron así los hijos de Israel; y les dio José carros conforme a la orden del Faraón, y les suministró mantenimiento para el camino.

3 y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al Monte del SE

La escena me llama, señores dijo la joven ; venid, venid conmigo, Juan, y me veréis trabajar desde adentro. Montiño siguió á Dorotea; don Bernardino siguió á Montiño. Siguieron un trozo de corredor, bajaron unas pendientes escaleras y se encontraron en la parte interior del escenario.

Francisca... volvió a decir la pobre Paulina completamente enfadada esta vez. Ea, no hables ahora como mi madre exclamó Francisca cada vez más exasperada. Me fastidias y me irritas... ¡Vamos, niñas!... ¿Qué pasa? preguntó la abuela desde el extremo del salón. Pasa, señora, que estoy muy enfadada respondió Francisca. Venid un poco con nosotras; nuestro juicio corregirá vuestra exuberancia.

Venid dijo el duque de Lerma después de haber meditado un tanto. El alcalde siguió al duque. Decid, señora dijo Lerma á doña Ana , ¿dónde está el difunto? Doña Ana se estremeció. Nada temáis dijo el duque ; voy á salvaros. El sargento mayor dijo doña Ana está en un patinillo, junto al postigo que da á la calle de San Bernardino. Guiad, pues, señora; alcalde, venid.

Venid a sujetarlo vos mismo, señor Snell, si se os ocurre respondió Jacobo con bastante mal humor . Ha sido robado y asesinado también a lo que parece agregó en voz baja. ¡Jacobo Rodney! dijo Silas, volviéndose hacia él y clavando sus ojos extraños en el hombre que sospechaba. ¿Qué hay, maese Marner, qué me queréis? replicó Jacobo, temblando un poco y asiendo su jarro a manera de arma defensiva.

¿Y un milagro es lo que ese señor ha menester? dijo Cervantes. Y tan milagro, que sería más fácil resucitar a un muerto. Pero ya, señor hidalgo, que yo he visto que sois tan amigo de la señora doña Guiomar, hablaros quiero, y de tal cosa, que importa grandemente a esa vuestra amiga y a vos; y venid donde nadie pueda oírnos, que más de lo que pensáis el secreto importa.