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Vengo a despedirme de vosotros. Traigo media en las agujas... Todos celebraron el símil taurómaco y le ofrecieron un café con media de honor. Después Forondo se marchó... se marchó a la fosa común. Hambres, fríos, humillaciones. Acoso de hospederos, de mozos de café, alguna picardía peligrosa para extraer un poquito de calderilla.

Algunos momentos después se detenía junto al carruaje, y dirigiéndose al cura, le dijo: Vengo de vuestra casa, mi padrino. Paulina me dijo que habíais ido a Souvigny por la venta... Y... ¿quién compró el castillo? Una americana, madama Scott. ¿Y Blanche-Couronne? La misma madama Scott. ¿Y la Rozeraie? También madama Scott. Y el bosque... ¿todavía madama Scott?

En cuanto a ti, nacido bajo su influencia; tu, gusano a quien yo obedezco y que desprecio, cediendo a un poder que no te pertenece, y que no te ha sido prestado sino para someterte algun dia al mio, vengo por un momento a reunirme a los espiritus debiles que doblan aqui su rodilla; vengo a hablar a un ser tal como tu. ?Que me quieres pues, criatura de barro? ?que me quieres?

Mas al ver que se tambaleaba, le preguntó: Pero, diga usted, ¿le pasa algo? Vengo de ver a los heridos. ¡Ah! ¡! Las primeras veces le flaquean a uno las piernas; pero si usted hubiera visto pasar quince mil, como nosotros, ya no se preocuparía. ¡Un cuartillo de vino! ¡Pronto! dijo Hullin, que se sentía mal . ¡Oh! ¡Los hombres! ¡Los hombres!... ¡Y dicen que somos hermanos!...

Estaba allí para que él le aconsejase; más aún, para que pusiera remedio al mal, como cristiano y como caballero, ya que estos dos títulos estaban siempre en sus labios. Usted es el jefe de los suyos y por esto vengo a buscarle. Usted tiene medios de realizar el bien y devolver su honor a una familia. ¡El jefe!... ¡el jefe! murmuró irónicamente don Pablo.

Gallardo le sabía dueño de una taberna en las inmediaciones del circo, donde vegetaba lejos del trato de aficionados y toreros. No esperaba verle en la plaza, pero el Pescadero dijo con expresión melancólica: ¿Qué quiés? La afisión. Vengo poco a las corrías, pero aún me tiran las cosas del ofisio, y paso como vecino a ve estas cosas. Ahora no soy mas que tabernero.

M. Scott opuso alguna resistencia. Si yo no estoy aquí decía, y vengo sólo dos o tres meses del año a América, para vigilar nuestros intereses, las rentas disminuirán. ¡Qué importa! respondía Zuzie, somos ricos, demasiado ricos... Partamos, os ruego. ¡Estaremos tan contentas, seremos tan felices allá!

Yo lo tengo todo dispuesto y mi éxito está asegurado. Cuando nosotros triunfemos, todos aquellos que pudiendo servirnos no lo han hecho, serán tratados como enemigos. Basilio, ¡vengo á proponerle su muerte ó su porvenir! ¡Mi muerte ó mi porvenir! repitió como si no comprendiese nada.

Ya puedo espirar. MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Te encuentro al fin, Leonor. LEONOR. Huye; ¿qué has hecho? MANRIQUE. Vengo a salvarte, a quebrantar osado los grillos que te oprimen, a estrecharte en mi seno, de amor enajenado. ¿Es verdad, Leonor? Dime si es cierto que te estrecho en mis brazos, que respiras para colmar hermosa mi esperanza, y que extasiada de placer me miras. LEONOR. ¡Manrique!

6 y dijo a Moisés: Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y sus dos hijos con ella. 7 Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó, y lo besó; y se preguntaron el uno al otro por la paz, y vinieron a la tienda.