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Sin saber de qué modo, también desaparecieron todos mis temores; me figuraba que aquella niña tenía algún parentesco conmigo, y no hallaba extraordinaria y peligrosa nuestra situación como al principio. Su inocencia era un velo espeso, que nos impedía ver el riesgo que corríamos. En poco tiempo me contó una infinidad de cosas.

Para cerciorarme más he enviado a Latour y le han dicho que la habían reconocido; llevaba un velo puesto, pero con la cara destapada; los niños la siguieron con la mirada hasta el bosque.

No era ménos agradecido, y dió á Zadig una suma mas quantiosa que nunra habia robado tesorero ninguno al rey su amo. Valióse de este dinero Zadig para enviar á Babilonia expresos que le informaran de la suerte de Astarte. Al dar esta órden le tembló la voz, se le agolpó la sangre hácia el corazon, se cubriéron de un tenebroso velo sus ojos, y se paró á punto de muerte.

Sólo les separaba de él una cortina sutil e impenetrable, que cayendo desde la techumbre hasta el suelo, semejaba el velo de un lugar sagrado. Ninguno se atrevió a descorrerla, y absortos de estupor, febriles de impaciencia, esperaron, fija la vista en los amplios pliegues que ponían estorbo a sus deseos.

No soy egoísta; no te quiero porque me quieras, te amo, y en amarte cifro toda mi dicha. ¿Me amas? ¡Feliz de mi! ¿No me amas? ¿Y qué? ¡Me basta con amarte! Linilla». Esta carta me causó profunda pena. Linilla padecía y lloraba, temerosa de que Gabriela le robara mi corazón.... Obscura nube veló de pronto el cielo de mi dicha, y temblé al considerar que me aguardaban nuevas amarguras.

Venía cubierto el rostro con un trasparente velo negro, por quien se entreparecía una longísima barba, blanca como la nieve. Movía el paso al son de los tambores con mucha gravedad y reposo. En fin, su grandeza, su contoneo, su negrura y su acompañamiento pudiera y pudo suspender a todos aquellos que sin conocerle le miraron.

Esté tranquilo, hijo mío, que yo velo con la solicitud de un padre... Vamos, vamos, modere ese ardor, y, como un verdadero español, piense en Dios, en su rey y en su dama, si es que usted la tiene.

No se encoja usted; no importa que lo estropee. ¡Parece que lleva usted un velo sagrado por el respeto con que lo trata! No vale la pena. Yo sólo uso esta capa en los viajes. Me la regaló un gran duque en San Petersburgo. Y para asegurar más su desprecio por el rico manto, embozó al joven en él, golpeando sus hombros para que amoldara más a su cuerpo.

Había allí una luz atenuada, tranquilidad más íntima y sólo tres o cuatro cuadros de gran tamaño. Inquietud, dicha sobresaltada se apoderaron de Adriana. Una suavidad, que recubría poco a poco los objetos próximos, los aislaba del mundo como con un velo.

Un pulpero iza una bandera por llamar la atención, velo el vecino, y temeroso de ser tachado de tardo por el gobernador, iza la suya, ízanla los del frente, ízanla en toda la calle, pasa a otras y en un momento queda empavesado Buenos Aires.