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Prepárase un juicio de Dios: acude á él la princesa, envuelta en negro velo, y multitud de caballeros se aprestan á pelear por ella y por su honor, faltando sólo Dagoberto.
Lentamente y a su manera el demonio cumplía su obra. El frío, y la fatiga le iban en ayuda. Muy luego Molly sólo sintió un deseo supremo e irresistible que le veló por completo el porvenir: el deseo imperioso de extenderse en el suelo y dormir.
Ella, juvenil y ligera, parecía una flor de oro y nácar dentro de sus vestidos de franela blanca, de corte masculino, con corbata de hombre y un panamá de alas caídas, al que se arrollaba un velo azul.
¡Ah! ¡digna madre de tal hija! dijo el joven no menos conmovido. ¿No es verdad, don Juan, que yo debo de estar orgullosa de mi madre? Como debéis estarlo de vos misma. No hablemos de mí dijo doña Clara corriendo de nuevo el velo . Yo os he dado á conocer á mi madre de la única manera que me ha sido posible. Volvámonos á donde estábamos.
Por la mañana miró la helada negra que parecía oprimir cruelmente cada rama de hierba, mientras que el viento hacía rizar la charca roja, helada a medias. Pero al llegar la noche la nieve se puso a caer y le veló hasta aquella lúgubre perspectiva, encerrándolo estrechamente con su pena concentrada.
Las entrevistas de los dos se desarrollaron con arreglo á lo que ella había leído en las novelas amorosas que tienen por escenario á París. Iba en busca de Julio temiendo ser reconocida, trémula de emoción, escogiendo los trajes más sombríos, cubriéndose el rostro con un velo tupido, «el velo de adulterio», como decían sus amigas.
Los anónimos merecen poca confianza. El autor habrá tal vez callado su nombre por modestia ó por humildad; pero el público que lo ignora, no está obligado á prestar crédito á quien le habla con un velo en la cara.
Ya el comisario volvía sobre sus propios pasos, cuando un ruido de voces, exclamaciones de angustia le hicieron regresar; los gendarmes, obedientes a las órdenes que habían recibido, impedían la entrada a una mujer vestida de obscuro, que llevaba en la cabeza el velo negro de la gente del pueblo lombardo.
Traía puesto un sombrero oscuro, sin velo, un largo abrigo de piel de nutria, y escondía sus enguantadas manos en un manguito de la misma piel. Era esta señora la marquesa de Sabadell, y la otra, en cuya casa se hallaba, era la de Villasis, su amiga íntima.
Pero dejemos á un lado esas cuestiones: vamos á lo que importa. Dime qué raros sentimientos te asaltan el alma, inspirándote esa humildad, esa desconfianza profunda, que te induce á tomar el velo. No acierto á decírtelo. Me falta valor. Ea... ánimo... dí lo que es. Mi madre no ha hecho más que hablarme de tu tío desde que apareció en esta ciudad... desde que yo le vi y paseé con él una tarde.
Palabra del Dia