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Dunsey no dejaba de temer que le ocurriese tropezar con algún conocido ante los ojos del cual haría triste figura, porque la niebla no es un velo bastante espeso cuando las personas se acercan. Pero, cuando al fin se encontró en las calles de Raveloe que le eran bien conocidas, pensó que aquello era parte de su buena suerte habitual.

Porque Carlos había tenido mucha pena, y ella también de rechazo, pero ella se callaba sabiendo por experiencia que la mano más delicada es siempre torpe al tocar ciertas heridas... Y las horas pasaban lentamente; el crepúsculo desplegaba su velo gris por los campos y ya comenzaba el desfile del regreso. Delante del Correo detúvose un coche y apareció en el umbral el anciano general Estry.

No se habían cumplido los nueve años desde dicha conciliación que se celebró el de 1679, cuando por alta Providencia Divina comenzó a rasgarse otra vez el velo de la hipocresía y descubrirse la reconcentrada abominación de la obstinación depravada.

Estas despertaron en su mente un vivo recuerdo; buscó apresuradamente el anónimo que encerraba la denuncia, cotejó ambas letras, y el velo se rasgó entonces por completo. ¡Era la misma!... Probado quedaba que la excelentísima señora condesa de Albornoz era una trapisondista de tomo y lomo, y el excelentísimo señor gobernador de Madrid un majadero de siete suelas.

MANRIQUE. ; tu amante que te adora más que nunca feliz. LEONOR. ¡Calla!... MANRIQUE. No temas; todo en silencio está como el sepulcro. LEONOR. ¡Ay! Ojalá que en él feliz durmiera antes que delincuente profanara, torpe esposa de Dios, su santo velo. MANRIQUE. ¡Su esposa !... Jamás. LEONOR. Yo desdichada, Yo no ofendiera con mi llanto al cielo.

No la veía bien, envuelta como iba en un gran velo azul que descendía de su gorra de viaje, anudándose sobre el gabán de seda amarilla; pero era muy hermosa... ¡Y qué conversación! ¡Y qué saber de cosas!...

Me la imaginaba yo vestida de blanco, cubierta con vaporoso velo, coronada de azahares, tímida, sonrojada, radiante de alegría. Ya me parecía verla a mi lado, de rodillas, delante del altar.

Los mismos duques estaban descontentos, pues que la duquesa decía: A gente de nuestra alcurnia y grandeza, mejor fuera dejarla tranquila cuando no se trata de históricos hechos. Contar nuestras acciones privadas es dar pábulo a las habladurías de plebeyos y villanos... Persiles y Segismunda hubieran deseado el discreto velo del silencio sobre sus antiguos amores...

Lucía no insistió en buscar el origen del mal de Doña Blanca: se inclinó á creer que este mal era pequeño, á fin de no tener que afligirse; y volviendo la conversación hacia otros puntos, preguntó á su amiga: Clara, ¿sigues firme en tu resolución de tomar el velo? Estoy más resuelta que nunca.

Pero mas cosas sabe él de mismo que su ayuda de cámara, y por esto es todavía ménos grande á sus propios ojos; por esto aun en sus mejores años, necesita cubrir con un velo la puerilidad que se abriga en su corazon. Los niños rien y juguetean y retozan: y luego gimen y rabian y lloran, sin saber muchas veces porqué: ¿no hace lo mismo á su modo el adulto?