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En fin, que él amortajó a Doña Armanda, y entre él y yo la velamos, y al amanecer... ¡zas! tren especial y a Bretaña con el cuerpo en un ataúd de palo santo fileteado de plata: al castillote de qué yo qué, a enterrar con sus padres, abuelos y tatarabuelos a la pobre señora.

Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros.

¿De dónde has sacado esa idea? continúa el marido. ¿Acaso no estás tan contenta como creíamos? ¿No está aquí Juan, con nosotros? ¿No vivimos todos felices y satisfechos... trabajando desde la mañana hasta la noche? ¿Por dónde ha de venir la desgracia? ¿por qué ha de venir? ¿Acaso no velamos también para que tu padre tenga lo necesario?... Suspira y enjuga el sudor que cubre su frente.

Por la noche velamos el cadáver Urbistondo, el criado y yo, y por la mañana lo enterramos en el pequeño cementerio de la aldea. Al día siguiente Mary fué a instalarse al faro, y Allen, el criado viejo, marchó a vivir a la venta de Izarte. Unos días después, Allen se presentó en mi casa con una pretensión extraña. Traía un devocionario en la mano.

Desde lo alto de la montaña velamos la hoya estrecha y muy risueña del Aa superior, en cuyo fondo aparecian, con esa serenidad melancólica de las aguas que no reflejan ningún rayo de luz, los lagos de Lungern, Sarnen y Alpnach , eslabonados entre por la cinta graciosa del Aa, como tres placas desiguales de aluminium en un magnífico brazalete de esmalte imitando esmeralda.

Más abajo de donde estábamos tenían sus nidos las palomas, a quienes velamos precipitarse en el hondo abismo de la Plaza, en parejas o en grupos, y subir luego en velocísima curva a posarse en los capiteles y en las molduras. Sus arrullos parecen tan inherentes al edificio como las piedras que lo componen.

Proseguimos nuestro viage siete dias mas, por el agua, que estaba tan caliente como si hubiera estado al fuego; y nos velamos precisados á beberla por no tener otra. Pudiera pensar alguno que era de rio, pero entonces eran tan contínuas las lluvias, que como la provincia era tan llana, la habian inundado, y el daño que nos hizo, lo sentimos despues.

Nosotros velamos su sueño, y ¡qué demonio!, no es faltarles al respeto si nos permitimos alguna libertad. Vaya, compañero, ya va obscureciendo: juntemos las cenas. Y los dos vigilantes cenaban en el crucero, extendiendo sobre los peldaños de mármol las viandas de sus cestas.

El de España, por mucho que cueste y por más que lo agranden, no sale de esta última clasificación. Y aunque sólo sea eso dijo el cadete , ¿no es algo? Guardamos el orden interior; velamos por la tranquilidad de la patria... Pues eso puede hacerse con menos gente y menos dinero. Además, ¿y la gloria?