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Pero éstas no volvían tan rápidamente como era de desear, dado que los cogollos y gusanos de tacuara son tardos fortificantes. Y durante veinte horas la lluvia transformó al Paraná en aceite blanco, y al Paranaí en furiosa avenida. Todo imposible. Podeley se incorporó de pronto chorreando agua, apoyándose en el revólver para levantarse, y apuntó. Volaba de fiebre. ¡Pasá, añá!...

Entre los veinte y tres ha sido muerto De un conde el hijo amado que tenia: Aquesto allí se supo en aquel puerto, Y que

Veinte años de esclavitud contínua, de humillacion sistemática, de postracion constante llegan á crear en el alma una joroba que no lo ha de enderezar el trabajo de un día.

El se había levantado, y ella le tomó las dos manos, y dirigiéndose al cura, agregó: Dispensad, señor cura, si lo he saludado a él primero... A vos os he visto ayer... y a él no le veo desde hace veinte largos días, desde cierta noche que salió de casa triste y enfermo.

Empezaron pláticas de guerra; menudeábanse los juramentos; murieron de brindis a brindis, veinte o treinta sin confesión; recetáronsele al asistente mil puñaladas; tratóse de la buena memoria de Domingo Tiznado y Gayón, derramóse vino en cantidad al ánima de Escamilla; los que las cogieron tristes lloraron tiernamente al mal logrado Alonso Álvarez.

Al ver que Elena se interesaba por el personaje, Robledo continuó modestamente: -Este alemán fué general en una de las revoluciones de Venezuela. Yo también he sido general en otra República y hasta ministro de la Guerra durante veinte días; pero me echaron por parecerles demasiado científico y no saber manejar el machete como cualquiera de mis ayudantes.

12 Y salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que Salomón le había dado, y no le contentaron. 14 E Hiram había enviado al rey ciento veinte talentos de oro. 15 Y ésta [es] la cuenta del tributo que el rey Salomón impuso para edificar la Casa del SE

Luego que pudiéron andar mis compañeras, las conduxéron á Moscou, y yo cupe en suerte á un boyardo que me hizo su hortelana, y me daba veinte zurriagazos cada dia.

A diez i fiete dias del Mes de Junio de mil quinientos i veinte i fiete, partiò del Puerto de Sant Lucar de Barrameda, el Governador Panfilo de Narvaez, con Poder, i mandado de V. Mag. para conquiftar, i governar las Provincias, que eftan defde el Rio de las Palmas, hafta el Cabo de la Florida, las quales fon en Tierra-firme; i la Armada, que llevaba eran cinco Navios, en los quales, poco mas, ò menos, irian feifcientos Hombres. Los Oficiales que llevaba (porque de ellos fe ha de hacer mencion) eran eftos, que aqui fe nombran: Cabeça de Vaca, por Teforero, i por Alguacil Maior; Alonfo Enríquez, Contador; Alonfo de Solis, por Factor de V. Mag. i por Veedor; iba vn Fraile de la Orden de Sant Francifco por Comifario, que fe llamaba Fr. Juan Suarez, con otros quatro Frailes de la mifma Orden: llegamos

Veinte mil francos contestó el doctor . De esos cobro cinco o seis mil. ¿Y el resto? Me lo quedan a deber. Nosotros no tenemos derecho a acudir a los juzgados. ¿Haría usted el viaje a Italia por veinte mil francos anuales? Mi pobre conde, no hablemos de años. Lo que le queda de vida debe contarse por meses, quizás por semanas. ¡Pongamos dos mil francos al mes y sea usted de los nuestros!