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Diríase que los ángeles mueven y aderezan todo lo que ella pone bajo su intento. Las personas que la visitan advierten claridades y frescuras de otra vida en torno de su persona; y, de noche, se la reconoce en las más obscuras estancias por la misteriosa luz que desprenden sus cabellos. No ha cumplido aún veinte años y nadie ignora en Lima los asombrosos prodigios con que el Señor la favorece.

1 Y fue Moisés, y habló estas palabras a todo Israel, 2 y les dijo: De edad de ciento veinte años soy hoy día; no puedo más salir ni entrar; a más de esto el SE

Perecen muchos, y los que consiguen salvar, a los veinte años son viejos.... Las damas y los pocos caballeros que con ellas habían venido, le escuchaban con atención y con pena. Jamás habían visto un cuadro tan espantoso. El trabajo, que es por un castigo, aquí se complicaba con el envenenamiento.

Era una angosta escalera de caracol. Comencé a subirla, y no terminaba nunca... Es realmente curioso pensaba mientras subía que una casa tan baja, de dos pisos, tenga una escalera tan alta... como de diez... de veinte... de cien pisos...

Desarmáron primero á Candido y á Cacambo, y les cogiéron sus caballos andaluces; introduxéronlos luego entre dos filas de soldados, al cabo de las quales estaba el comandante, con su bonete de Teatino puesto, la espada ceñida, la sotana remangada, y una alabarda en la mano: hizo una seña, y al punto veinte y quatro soldados rodeáron á los recienvenidos.

Los teatros de Paris, en número de veinte y seis, están constantemente llenos: aparte de ser mucha la aficion de los franceses hácia todo lo que distrae y entretiene, siquiera sea lo mas fútil y ligero, hay en los teatros muy buenos actores, y en la capital un considerable número de extranjeros que sin cesar se renuevan y acuden á todas partes.

Otra lección en toda regla, durante la cual me apeteció más de una vez cerrarle la boca de una puñada. Al final me ofreció con naturalidad y modestia ocupación en la casa, haciéndome observar que el sueldo sería corto, veinte duros al mes, mientras la fábrica no diese más producto.

, , muy bien dijo Dunstan, poniéndose de pie .Estaba cierto de que acabaríais por mostraros razonable. Yo soy hombre capaz de hacerle tragar el anzuelo al viejo Bryce. Voy a conseguiros ciento veinte libras esterlinas por vuestro caballo, tan fácilmente como conseguiría un penique.

Se partía un costado de la nave, sin que ésta hiciese agua, y seguía navegando á velas desplegadas, con el rey, las damas de su corte y el séquito de barones cubiertos de hierro. Veinte días después llegaban á Valencia sanos y salvos, como todo navegante que en momentos de peligro pide auxilio á la Virgen del Puig.

Sucedió pues que saliendo una mañana del monesterio de Atocha, se llegó á un mancebo al parecer de veinte y quatro años, poco mas ó menos, todo limpio, todo aseado y todo crugiendo gorgoranes, pero con un cuello tan grande y tan almidonado, que creí que para llevarle fueran menester los hombros de otro Adlante.