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Vivía en el ala de Oriente, el barrio más humilde de lo que hemos convenido en llamar ciudad; pero ningún otro vecino de esta hacía más visitas ni estaba más tiempo fuera de su domicilio.

Giró sobre los talones y salió con paso firme de la estancia. Al encontrarse en la calle se detuvo; sacó la petaca, volvió á picar un cigarro, lo encendió y prosiguió su camino sosegadamente como un vecino que sale á respirar el fresco. Era la calma del hombre á quien acaban de hacer una operación dolorosa y se encuentra de repente sin fuerzas y sin dolores, en abatimiento feliz.

Dijo luego que la Junta de Madrid acababa de encomendarle, sin atender a su edad y a sus dolencias, aquella difícil misión, que él quería compartir con un hombre de iglesia, cuyo especial ministerio le pusiera en mejores condiciones para conocer las dotes o defectos de algún vecino de la ciudad.

La casualidad ha hecho llegar hasta nosotros la noticia de la existencia de algunos juglares sevillanos, entre los cuales debió de gozar de gran prestigio, un tal Guillen, que fué vecino de la collación de San Esteban, y como tal se le cita en el Libro del Mayordomazgo mayor de esta ciudad del año 1407, consignando que era «franco por privilegio del Rey

La adquisición del castillo le proporcionó una honrosa amistad, viendo en ella la mayor ventaja del negocio. Entró en relaciones con un vecino, el senador Lacour, que había sido ministro dos veces y vegetaba ahora en la Alta Cámara, mudo durante la sesión, movedizo y verboso en los pasillos, para sostener su influencia.

Se miraron fijamente, insistentemente, aislados del mundo en aquella recta paralela de alma a alma que los mantenía inmóviles. Durante el tercero, mi vecino no volvió un instante la cabeza. Pero antes de concluir aquél salió por el pasillo opuesto. Miré al palco, y ella también se había retirado. Final de idilio me dije melancólicamente. El no volvió más y el palco quedó vacío.

¡Toma! como que yo la conocía y podía atestiguarlo; ¿no sabe usted que quien calla otorga? Pero parece que allá no se puede decir la verdad, porque mi vecino que era un celador de policía me dijo: «¿Quiere usted callar, amigoNo me da la gana le respondí ; y he de decir en voz y en grito, que ese hombre no es su padre. ¿Está usted loco o viene de las Batuecas? me dijo el polizonte.

Veía á su padre vagando, hambriento, sin tregua ni reposo; veía á Basilio agonizando en el camino, herido de dos balazos, como había visto el cadáver de aquel vecino, que fué muerto mientras le conducía la Guardia Civil.

Se acordaba de haber visto operar á Jaramillo padre cierto día que un vecino había regresado á su rancho con el brazo hinchado y negro por la mordedura de una serpiente. El brujo le había puesto unos remedios enérgicos sobre la herida, murmurando luego una invocación misteriosa sobre el reptil, muerto de un garrotazo.

Así es la verdad, caballero; mas parad mientes que las doncellas treintenas, como yo, han de esquivarse con más ansia que los arrapiezos de quince a veinte: materia feble e quebradiza e que vos enloquecen a vosotros los amadores. No así a este vuestro servidor, que donde no ve persona entera o correosa, no ve al de provecho; además que non nací para endotrinar fija de vecino.