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El tío Goro de Canzana sonríe siempre, pero sus ojos se humedecen al recordar los tiempos heroicos de su juventud. Eso está bien manifestó otro vecino y no es faltar á la ley el que los rapaces se den alguna vez dos vardascazos; las manos se sueltan y el pellejo se endurece.

Desgraciadamente murió en la travesía de Liverpool a Nueva York y el capitán le hizo arrojar al agua. Don Diego y el doctor hubieran dejado muy a gusto de oír semejante discurso e iban a rogar a su vecino que cambiase de conversación, cuando el joven inglés tomó la palabra. Pues yo, señor dijo , hace dos años estaba tan enfermo como esa joven que hemos visto pasar.

Además, aquella mancha de desolación y miseria en medio de la vega servía para que los otros propietarios fuesen menos exigentes, y tomando ejemplo en el vecino no aumentaran los arrendamientos y se conformasen cuando los semestres tardaban en hacerse efectivos.

Los caballos fueron encerrados en un pequeño cercado vecino á las ruinas, y la señorita Margarita y yo nos separamos un momento para hacer una especie de batida en los alrededores. Tuvimos el pesar de no hallar ni al pastor ni á la pastora.

Hay nombres que parecen una ironía, y uno de ellos era el del vecino Fortunato, que bien podía, en punto a femeniles conquistas, pasar por el más infortunado de los mortales.

Ningún vecino había que, al tropezarle por los caminos, no le preguntase si tenía más ganas de comer. El apetito de Andrés fue por una temporada la cuestión palpitante en Riofrío.

De repente, Rafael despertaba con los aplausos y el barullo. Había llegado el momento de votar, y el diputado, viendo todavía los últimos contornos de la casa azul que se desvanecían, preguntaba a su vecino de banco: ¿Qué, votamos? ¿ o no?

Y todos rugieron de entusiasmo, empinándose sobre la punta de los pies, queriendo pasar sobre los hombros del vecino, para saber quién era el vencedor.

Leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue condenada en destierro de esta Ciudad y confinación en la Isla a arbitrio del Tribunal, y en doscientas libras, gravemente advertida, reprendida y conminada. Onofre Aguiló de Onofre, negociante de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de sesenta y un años, reconciliado y preso segunda vez por delito de judaismo.

El otro caballero era lo que se llama un hombre de peso. Si su vecino del sofá pecaba por su figura angulosa y rigurosamente lineal, éste pecaba por la prodigalidad chacotona con que la Naturaleza había empleado las líneas curvas para diseñarlo.