United States or Martinique ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sus negros ojos, fríamente observadores, giraron con indiferencia, pasando de corrido sobre el caballero legista y descansaron, por fin, sobre las facciones más placenteras de su vecina.

Algunas fuentes, admirables por la transparencia de sus aguas y por el encanto del paisaje que las rodea, permanecen completamente ignoradas para los burgueses de la ciudad vecina, que, fieles á las rutinas en boga, van todos los años á llenarse de polvo por las calles y caminos de las ciudades en moda.

Mi hermano, que tiene ya una hija casadera, á quien naturalmente desea que salte un buen novio, se va á vivir á la vecina ciudad, donde ya tiene casa tomada, y á me deja á mis anchas y solo en la casa solariega de los Mendoza, donde le daré albergue siempre que venga al lugar para sus negocios.

La belleza del paisaje, la dulzura del clima y la tranquilidad de la población, seducen a quien pone los pies en Villaverde; la budística ciudad extiende sus redes misteriosas, y ¡presa segura! De cierto que los villaverdinos no son localistas, a lo menos de un modo común y corriente, de modo que choca, como los hijos de una ciudad vecina.

Una hora después sentía a lo lejos el rumor del cencerro de las bestias de carga, que no tardaban en aparecer en la cumbre vecina que yo mismo venía de cruzar, detenía allí un momento su paso cansado, levantaban la cabeza al viento y volvían a emprender la marcha resignadas.

A los pocos días Masicas estaba pálida, como quien no duerme, y con los ojos colorados, como de mucho llorar. «Y dime, Loppi», le decía una tarde, con un pañuelo de encaje en la mano: «¿de qué me sirve tener tan buen vestido sin un espejo donde mirarme, ni una vecina que me pueda ver, ni más casa que este casuco?

En una de las carpetas de estudio, dos recogidas velaban: una era Belén, que leía en su libro de rezos, y la otra Mauricia la Dura, que tenía la cabeza inclinada sobre la carpeta, apoyando la frente en un puño cerrado. Al principio, su vecina Belén creyó que rezaba, porque oyó cierto murmullo y algún silabeo fugaz. Pero luego observó que lo que hacía Mauricia era llorar.

Gritó desde la puerta; pero como no respondiera al llamamiento su vecina, salió impaciente. No tardó cinco minutos en volver acompañada de una mujer joven y flacucha, insignificante, lacrimosa, horriblemente vestida, pero peinada con increíble esmero.

Mario quedó algo confuso por aquella indiferencia, y añadió sacando el reloj: Las nueve y media ya... Otros días está aquí a las nueve. El mismo silencio por parte del joven de la luenga barba. Una miradita a la puerta, otra a su regordeta vecina y un sorbo de café fueron las tres cosas que supo hacer para indemnizarse del desdén de su compañero.

Podía cambiar de un momento á otro el curso de la guerra: lo del Marne sólo representaba un alivio momentáneo... Pero la buena señora se mantuvo insensible á estas sugestiones luego de haber leído las cartas de don Marcelo. Además, pensaba en su hijo, su Julio, que era soldado... Creyó que regresando á París estaría más en contacto con él que en esta playa vecina á la frontera española.