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Entrad dijo Dorotea al bufón ; haced que esa orden llegue, como os he dicho, á las manos de doña Clara, y luego buscad al cocinero mayor, y hacedle que vaya á verme. El bufón salió de la litera. ¡A casa! dijo la Dorotea. La litera se puso de nuevo en marcha. El bufón, después de meditar un momento en el vestíbulo, se entró resueltamente en la secretaría de Estado.

Pero no te cuidado, que yo lo averiguaré... ¡Tenerme aquí sola, muerta de hambre!... ¡Vaya una mañana que me has hecho pasar!

No hace todavía dos años que pasando por la Carrera de San Jerónimo di con un amigo periodista, que me dijo al tiempo de saludarme: Vaya usted por la calle de Sevilla y verá V. a Pelayo del Castillo acostado en la acera.

7 Y al finalizar [un periodo predeterminado de] cuarenta años aconteció que Absalón dijo al rey: Yo te ruego [me permitas] que vaya a Hebrón, a pagar mi voto que he prometido al SE

El joven vaciló todavía con la mano en la portezuela; pero Clementina repitió aún con más fuerza, y ruborizándose: No vaya usted. No vaya usted. Raimundo manifestó sonriendo a Lola: Perdone usted, señora. Hoy no puedo ser lacayo sino de Clementina. Otro día tendré el honor de serlo de usted.

Puso el Cristo en su sitio, regocijándose mucho con la admiración que producía el bronce en los circunstantes, y después salió a dar órdenes a Estupiñá. «Vaya usted a la parroquia para que acompañe al Santísimo, y diga que traigan pronto las velas que se han de repartir aquí».

Y el del cariño, que es otro milagro; en el que ando con tacto, y con rienda severa, no vaya la humanidad a parecer vergonzosa adulación, aunque es rara la claridad del alma, y como finura en el sentir que embellece, por entre palabras pícaras, y disputas y fritos y guisos, esta vida de campamento». Hasta aquí de sus cartas.

Yo los admiro porque han hecho revoluciones, y mucho de lo que pensamos se lo debemos a ellos; pero en esto de los toros, ¡vamos, hombre... que no dicen mas que disparates! A los diez días de permanencia en Sevilla, el doctor regresó a Madrid. Vaya, buen mozo dijo al enfermo . no me necesitas, y yo tengo mucho que hacer. Nada de imprudencias. Pasados dos meses, estarás sano y fuerte.

Cambió discretamente de conversación el médico; dimos poco después unas vueltas por la salona, hablando... no recuerdo de qué trivialidades; fuese al cabo de un corto rato, y quedéme otra vez solo; pero ¡cosa extraña! sin inquietudes ni tristezas. ¡Vaya si me dio que pensar la ocurrencia de Neluco!

Me llevó á la estación, recogió los baúles de Juana con el talón que encontró en el saco, y tomándome un billete de primera, me puso él mismo en el tren de Boulogne. Viéndome allí en seguridad, me dijo: Vaya usted á parar al hotel del Casino y espéreme. Mañana por la noche llegaré para darle noticias. Partió el tren.