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Además Dios era misericordioso, hacía la vista gorda. Y por supuesto, quería don Frutos ir a ese mundo mejor con el recuerdo de la mala vida pasada, porque si no, ¡vaya una gracia! ¿Para qué querrá don Frutos acordarse de lo bruto que ha sido sobre la haz de la tierra? preguntaba Foja al oído de Orgaz hijo.

3 Oye, pues, oh Israel, y guarda que [los] hagas, para que te vaya bien, y seáis muy multiplicados, (como te ha dicho el SE

Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la disfrute. 7 ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la tome. 8 Y volverán los alcaldes a hablar al pueblo, y dirán: ¿Quién es hombre medroso y cobarde de corazón?

A los gritos habían acudido también el jardinero y su mujer y un peón de los que trabajaban por allí cerca. Todos emprendieron juntos el camino de la casa satisfechos de que no hubiera acaecido nada malo. Pero Barragán tocó en el hombro a Reynoso y le dijo: Dispénsame un instante que vaya a recoger el caballo. ¡El caballo! exclamó su amigo en el colmo de la sorpresa . ¿Pero has venido a caballo?

Sufría en silencio, intentando curarse: sería un hombre y, en los momentos de desaliento, el recuerdo del ridículo en que había vivido bastaría para darle fuerza. Pero, ¡ay! ¡cómo le aterraba la soledad de aquella existencia que aún le quedaba por delante! ¡Qué miedo le causaba la monotonía de una vida sin ilusiones! Vaya, Pepe: no hay que ser niño dijo el doctor con autoridad.

Decidieron sondar al muchacho, y cuando bajó a almorzar, le espetaron la preguntita. ¿Crees que negó? ¡qué esperanzas! es muy deslavado y tiene una manera de contestar al padre... Que , que Susana le gusta mucho, y que si puede que ya lo creo que se casará con ella, pero que todavía, no hay nada serio... ¡Todavía! ¡vaya un consuelo!

Rosa se contentó con sonreír, toda ruborizada aún. Vaya, no les quiero interrumpir... Sigan, sigan adelante... Hasta otro ratico. Y D. Jaime se alejó en dirección al pueblo, mientras su sobrina y Andrés siguieron hacia casa. Después de este encuentro, cesó por completo la alegría de aquélla: quedó pensativa, inquieta. Fueron vanos todos los esfuerzos de Andrés por hacerla reír.

Trescientos veinte y uno dijo el ayacucho, que por lo visto desempeñaba las funciones de secretario. No se ha hecho nada todavía, no ha ido a provincias ningún comisionado. Se necesita uno de toda confianza y muy listo, que vaya a París y Londres a entenderse con los emigrados que quedan por allá y con otras personas residentes en el extranjero, y que no nombro porque no puedo nombrarlas.

¡Vaya, vaya! refunfuña, que si yo tuviera aquí un rifle, un miserable rifle, os cazaba como a patos en una laguna; no quedaría uno de vosotros para un remedio, grandísimos pillos. Con qué gusto cargaría el arma, apuntaría al más pintado y ¡zas! lo echaría a rodar hecho polvo.