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No, hija, me iba a marchar en seguida contestó aquél, bastante confuso y apresurándose a levantarse. ¡Te ibas, te ibas! Adonde te vas a ir es a lo que sabes, hablando con perdón de estos señores. Pus hombre, ni que fuera una...

¡Caramba, chico! ¡Pues no es Amaury! exclamó uno de ellos con estentórea voz, hija de su despreocupación del momento. ¿De dónde sales, di? ¿Y adónde vas ahora? ¿Dónde te has metido en estos dos meses, que no te has dejado ver en ninguna parte? ¡Poco a poco! dijo otro interrumpiendo al primero. Todas esas preguntas están muy en su punto; pero vayamos por partes.

El ancla cayó al mar con un ruido estridente de cadenas. La barca se dispuso a virar sobre ella. ¿Vas a amarrarte a tierra, Domingo? preguntó don Melchor. , señor respondió el capitán. No hay necesidad; amárrate en dos. Dentro de una hora podrás enmendarte. Tanto me cuesta uno como otro dijo en voz baja el capitán alzando los hombros, y luego en voz alta añadió: ¡Echa la de uso!

Pues bien dijo el sargento mayor guardando el papel con una horrible sangre fría , no hablemos más de eso. Adiós. Y se dirigió á la puerta. No, no dijo Luisa arrojándose á su cuello , lo pensaré. Pues bien, piénsalo y... si te resuelves, pon por fuera de la ventana un pañuelo encarnado. Bien, , ¿pero te vas? Es preciso, preciso de todo punto; no puedo detenerme ni un momento.

Vas a sentir vértigo, Gertrudis dice Juan echando una mirada inquieta a la esclusa, por la que las aguas pasan con rapidez espantosa, sobre el fondo de tablones inclinados, para precipitarse en seguida espumosas en la corriente. Gertrudis suelta una risotada y dice que muchas veces ha estado sentada allí horas enteras, mirando las aguas, sin sentir vértigo alguno.

Y siguieron cementando en voz baja el suceso, y parecían estar todos de acuerdo en las opiniones más extravagantes y contradictorias. ¡Ya me extrañaba que no soltases alguna coz! ¿Para qué quieres que se registren las casas de los vecinos? Te figuras que te vas a encontrar allí muy apiladito el dinero de don Laureano. Si no se halla el dinero, se hallará algún indicio...

¡Con razón te piden de la quinta!... ¡Claro! ¡Se llevan los mejores agentes y lo dejan a uno aquí con puros gallegos!... ¡Mirá!... ¡Te vas a quedar conmigo; te voy a enseñar para pesquisa! ¡Está bien, señor! El comisario de la quinta te ha pedido al jefe, pero voy a contestar que pides seguir el servicio aquí. ¡Está bien, señor! ¿Sos casado? ¡No, señor!

Un día le abordó, sonriéndole con expresión protectora: Vas a tener, Gabrielillo, antes de lo que piensas, el premio de tu buena conducta. ¿No te dije que buscaría algo para ti, a cambio de que me ayudases a enseñar el Tesoro? Pues ya lo tienes.

Me imagino que no vas a extrañar a ese huraño. ¿No estaba Bertrán mejor aquí que en Alemania?... ¡Dios mío, Juan ha estado bastante áspero en estos días!... Es incomprensible que lo hayas podido soportar. Debería cuidarse de presentar semejante cara, y considerarse dichoso de que lo reciban aquí. ¿Por qué eres siempre dura con ese pobre joven?

Cuando el coche se detuvo frente al convento, Bautista, al salir Zalacaín, le dijo: ¿Qué disparate vas a hacer? Reflexiona. ¿ sabes cuál es el camino de Logroño? preguntó Martín. Si. Pues toma por allá. Pero... Nada, nada, toma por allá. Al principio marcha despacio, para no cansar a los caballos, porque luego habrá que correr.