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¡Figlia mia!... ¡Mia figlia!... aullaba, con la cabellera suelta y los ojos abultados por el llanto. Había perdido en el momento del naufragio una niña de ocho años, y al verse en el vapor francés se dirigió instintivamente hacia la proa, en busca del mismo lugar que ocupaba en el otro buque, como si esperase encontrar allí á su hija.

La montaña condensa el vapor y lo exprime del aire. Muchas veces, contemplando un pico ó un promontorio saliente, he visto las nubecillas nacientes hacinarse en torno á la helada punta. Elévase una humareda semejante á la que brota de un cráter; pronto envuelve todos los salientes y el monte acaba por coronarse con un turbante nubes tejido por él mismo en el aire transparente.

Todas las noches cuenta la suma sobre la mesa, para cerciorarse de que nada ha desaparecido durante el día. En esos momentos está entregado precisamente a esa ocupación. Es viernes; por fuerza Juan tiene que estar allí entonces si quiere llegar a tiempo de alcanzar el vapor que sale de Brema.

El 12 de febrero dejaba yo el puerto de Cartagena para tomar el vapor inglés Thames, en viaje para San-Thomas.

En mitad del puerto, el yate blanco del príncipe de Mónaco estaba inmóvil, tirando de su boya. Junto al muelle cercano unas cuantas tartanas cabeceaban, moviendo su mástil único, y un vapor español, ostentando su bandera neutral, descargaba sacos de arroz y toneles de vino. La presencia de varios grupos de hombres diseminados frente á las embarcaciones les impuso prudencia. Dejaban de estar solos.

Otro vapor con bandera inglesa, estaba inmóvil, un poco más allá, hundido hasta la línea de flotación, esperando su turno para descargar. Consumimos mil toneladas diarias decía el ingeniero con orgullo. Necesitamos más de un barco cada veinticuatro horas.

Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 en silla inglesa y con el paletó francés, hoy estaríamos a orillas del Plata arreglando la navegación por vapor de los ríos y distribuyendo terrenos a la inmigración europea.

Y al pié de esas ricas arboledas y de esas chozas llenas de colorido local, los grupos animados de viajeros y bogas, tan discordantes y variados, y formando un contraste tan curioso como el que hacian el vapor Bogotá y los champanes y las casas indígenas.

Leyendo el relato de estos crímenes pensaba en su mujer y en sus hijos, imaginándose que podían haber estado en aquel vapor, sufriendo la misma suerte de sus inocentes pasajeros.

Al cabo de un mes, las hojas de publicidad estaban llenas del relato de un caso extraordinario: el Príncipe Alejo Petrovich Zakunine, el nihilista feroz, el revolucionario implacable de quien nadie había tenido noticias durante tanto tiempo, había vuelto a Rusia, a Odesa, por la vía marítima: a bordo del vapor se había descubierto a los agentes de la policía para que le entregaran a la justicia.