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¡Vamo, hombre, no seas guasón! exclamó Celso, que por haber estado en el servicio militar tres años había llegado al pueblo hablando en andaluz. Á ti te molerán lo que tengas que moler, como á too María Santísima. ¡Si pensarás que te han de dar más arriba del cogote! Yo no dónde me darán, pero certifico ¡puño! que antes de darme he de dejar dormidos á muchos de ellos. , á fuerza de sidra.

Con eya en la mano, hay mu poco que tengan tan güena sombra... Lo que le tiene er Gordo, e que sabe demasiao er terreno que pisa... y cuando se sabe mucho... vamo... ya me entiende usté, D. Enriquito. Ozté perdone, zeñó José dijo a esta sazón Merluza.

El público le excitaba a ello. Entre los hombres puestos de pie en la contrabarrera, con el cuerpo echado adelante para no perder un detalle del momento decisivo, reconoció a muchos aficionados populares que comenzaban a apartarse de él y volvían ahora a aplaudirle, conmovidos por su muestra de consideración al «pueblo». ¡Aprovéchate, güen mozo!... ¡Vamo a ve la verdá!... ¡Tírate de veras!

El malagueño cambió su natural color aceitunado por otro algo más bajo; pero no pareció alterarse. Guardó silencio unos momentos, dio un par de chupetones al cigarro, que eternamente tenía entre los dientes; separolo después de la boca, soltó el consabido chorrito de saliva por el colmillo, quitó la ceniza con el dedo meñique y dijo tranquilamente: Vamo; uté quiere, por lo vizto, buya. Bulla, no.

Pero ¿quién que tuviera los sesos en su sitio había de pensar que Demetria pudiera comer con gusto ya las farrapas y los nabos?... ¡Vamo, hombre!... Al que prueba las tajadas se le hincha la barriga con el verde... Y mayormente que no semos caballerías para jamar tanto forraje... Luego la chavalilla ¿pa qué más de la verdad? merecía otra cosa que un paisano.

Veo entrar a don Manuel, el teneor de libros de la fábrica de la señora; luego salí..., ¡vamo, que no quise ver más! Y salí escapá a contárselo a su mersé. Me lancé a mi cuarto sin responderle, me puse el sombrero, cogí el revólver y lo metí en el bolsillo, y salí a la calle, resuelto a impedir el rapto de Gloria, aunque no sabía por qué medio. Noté que Paca corría detrás de .

Iba a llamar al Nacional para darle orden de que se llevase la bestia, cuando oyó a sus espaldas una voz conocida, una voz que no adivinó de quién era, pero que le hizo volverse rápidamente. Güenas tardes, señó Juan... ¡Vamo a aplaudí la verdá!

Corrió por todo mi cuerpo un estremecimiento de placer, y en los primeros momentos no supe mas que ponerme rojo de alegría y sonreír estúpidamente frente a Paca, quien a su vez soltó la carcajada. ¡Madre mía del Rosío, y cuánto me alegraría que su mersé y mi señorita... ¡Vamo! exclamó juntando con un gesto expresivo los dos índices.

Tiene una pierna hecha porvo, un puntaso bajo el brazo, ¡y qué yo!... El probe está como mi santo... Vamo a yevarlo a casa. Cerrada la noche, salió Gallardo del circo tendido en una camilla. La multitud marchaba silenciosa detrás de él. El viaje fue largo.

A la fuersa la quiere meté monha ese perro; pero ella no quiere, ¿sabéi ustedes? Le guta ese señorito, porque es un buen moso y tiene buen aquel..., ¡porque , vamo!, y se casará con él, ¡vaya si se casará!, y le dará al roío enano pol tal. ¡Que no vaya a la gloria si yo mesma no le ayudo!... Yo iba bastante avergonzado, y Gloria mucho más, como puede suponerse.