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En Toledo faltan absolutamente en las clases inferiores esos atavíos pintorescos, de colores vivos y cortes caprichosos, que se ven en Valencia, en Sevilla y otras poblaciones ménos impregnadas de los usos castellanos.

Sin duda había ya ciudades ricas y populosas, como Valencia y Sevilla, en las cuales, como veremos después, tomó la poesía dramática más temprano y levantado vuelo; pero como en su calidad de capitales de provincia permanecían aisladas, no fueron nunca el centro de todo el pueblo.

La carretera de Valencia, los trozos de las de Alcañiz y Cuenca, bastante bien construidos suplen la falta de paseos.

Dexa el llanto, amigo, ya, Que no es bien que se haga duelo Por los que se van al cielo, Sino por quien queda acá. Que aunque parece ofendida A humanos ojos su suerte, El acabar con tal muerte Es comenzar nueva vida. Mide por otro nivel Tu llanto, que no hay paciencia Que las muertes de Valencia Se venguen aqui en Argel.

Consta de cinco partes en este orden: Parte primera de las comedias del maestro Tirso de Molina, publicada por el autor: Madrid, 1627. , reimpresa en Valencia en 1631.

-Es tan verdad, señor -dijo Sansón-, que tengo para que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga.

Duque de Veragua, escrita á Don Pedro Calderón de la Barca, siendo Virrey y Capitán general del reino de Valencia.

Al ir á Valencia en la mañana siguiente, no le vió; pero por la noche, al emprender el regreso á su barraca, no sentía miedo, á pesar de que el crepúsculo era obscuro y lluvioso. Presentía la aparición del tranquilizante compañero, y efectivamente, le salió al paso casi en el mismo punto que el día anterior. Fué tan expresivo como siempre: «¡Bòna nit!» y siguió andando al lado de ella.

En estas provincias, y á lo largo de las costas del mar Mediterráneo hasta Valencia y Murcia, se convirtió poco á poco el latín corrompido en el mismo dialecto lemosino ó provenzal, aunque algo modificado, que se habló en la parte meridional de Francia hasta las fronteras italianas . Si la comunidad del idioma debió unir á los paises citados con la patria natural de los trovadores, estos lazos se estrecharon más con las frecuentes alianzas de los príncipes, que dominaron en ambas vertientes de los Pirineos, y con el continuo trato y comercio de aragoneses, catalanes y provenzales, y abrieron á la civilización, que florecía entre los últimos, rápida y fácil senda para penetrar entre sus vecinos los españoles.

Sólo por él se había detenido en la cabeza del distrito el majestuoso don José, de paso para Valencia. Quería tranquilizarle y que cesase en sus quejas, cada vez más alarmantes.