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iv Jacinta no tenía ninguna especie de erudición. Había leído muy pocos libros. Era completamente ignorante en cuestiones de geografía artística; y sin embargo, apreciaba la poesía de aquella región costera mediterránea que se desarrolló ante sus ojos al ir de Barcelona a Valencia. Los pueblecitos marinos desfilaban a la izquierda de la vía, colocados entre el mar azul y una vegetación espléndida.

Pues verás, él cayó con la pulmonía en Febrero, y en este entremedio conocí yo al chico con quien hablo... El otro estuvo dos meses muy malito... si se va si no se va. Por fin salió, y en Marzo se fue con su mujer a Valencia. ¿Y qué? Que todavía no habrá vuelto. Paices boba... Esto es un decir.

Imagínese lo que será esa Huerta de Valencia, cuando el ferrocarril gira en gran parte de su trayecto por entre una calle literalmente formada por bosques de naranjos y moreras, donde se crian simultáneamente la almibarada fruta y el laborioso gusano de seda.

Sus palabras llegaban hasta Maltrana como un ligero murmullo. Se saludaban; algunos que no se habían visto en mucho tiempo se pedían noticias. Uno hablaba de su hermano: había recibido por la mañana una carta suya; estaba en Valencia, en el penal de San Miguel, y le quedaban pocos meses de la pena que le habían impuesto por robo de caza en las posesiones reales.

No se descontentó el mozo de oír las razones de Periandro, que también dieron gusto a Auristela, a la condesa y a su hermano. Con estas y otras cosas iba enseñando y entreteniendo el camino Periandro. De allí a algunos días, llegó nuestro hermoso escuadrón a un lugar de moriscos, que estaba puesto como una legua de la marina, en el reino de Valencia.

A las nuevas de lo hecho por la plebe sevillana alborotóse la de Córdoba, la de Toledo, la de Zaragoza, la de Valencia, la de Barcelona, la de Lérida i de otras muchas ciudades.

Valencia ántes de un año estará unida á Madrid, Alicante, Almansa y Albacete por medio de un camino de hierro.

Has nacido en la huerta de Valencia hueles a naranjal y a limonero, y en tus ojos, de encanto zalamero, brilla como una estrella tu inocencia. Llena la Huerta tu gentil presencia y encantas con tu gracia al mundo entero, haciendo resbalar por el pandero tus dedos, que de nardos son la esencia.

Es probable que estos directores de compañías rodaban con ellas de un paraje á otro, representándolas ya aquí, ya allí, según lo exigía la ocasión; en aldeas y ferias, en teatros que se levantaban sin arte y prontamente, ó en ciudades más principales, como Madrid, Sevilla y Valencia, en donde existían perpetuos y mejores.

Estando en forma de penitente con coroza, e insignias de sus delitos y vela verde en las manos, leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, y fue condenada en doscientos azotes, destierro de esta Ciudad, de Valencia, villa de Madrid y cuatro leguas en contorno por cinco años, confinada el primero en una Villa de este Reino y los demás a arbitrio del Tribunal, gravemente advertida, reprendida y conminada.