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Le vi vacilar un instante, pero no cayó. Permaneció clavado al suelo, inmóvil y rígido, como una estatua de cementerio. Poco después de comulgar se aumentó la disnea, y a las diez y cinco minutos de la noche expiró la bella Raquel, del modo más inesperado, en la flor de la juventud, cuando una fortuna cuantiosa iba a caer en sus manos.

La falta de la San Antonio y la pérdida del gran número de provisiones que llevaba, no hicieron vacilar la voluntad de hierro del navegante portugués, el cual siguió el peligroso y misterioso derrotero.

Diose vuelta rápidamente luego que oyó resonar sobre el mármol mis pasos ligeros, y entonces pude verlo cara a cara. Contuve la respiración, y luego quedé como clavado en el sitio, completamente azorado y pálido. El misterio era enormemente más profundo de lo que yo me había imaginado. La realidad que se me presentaba ahora, era como para atontar y hacer vacilar.

Vístese después de tosco sayal y vive en el más completo retiro; pero Selio, disfrazándose y sobornando á una criada de Margarita, consigue entrar en su habitación, y la hace vacilar de tal modo en su propósito, que se decide á huir con él.

Hizo la pregunta cruzándose de brazos, y Guillermina después de vacilar, le dijo: «Vaya si lo es. Y Cristo nos enseña que no debemos tomarnos la justicia por nuestra mano, pues Dios castiga sin palo ni piedra, y

Aunque el precio era sin comparación mucho más subido, a D. Luis se le figuraba, que si cedía iba a remedar a Esaú y a vender su primogenitura, y a deslustrar su gloria. Por lo general, los hombres solemos ser juguete de las circunstancias; nos dejamos llevar de la corriente y no nos dirigimos sin vacilar a un punto.

El se adelantó sin vacilar y pidiole que le excusara, pues el sol estaba tan en su fuerza que había entrado a guarecerse a la sombra y descansar un momento del pesado fardo que llevaba. Ramiro quiso indignarse, pero el bien del sustento le ablandaba la voluntad.

El chico, sin vacilar, se fue corriendo al pequeño estanque de una fuente de mármol y comenzó a echarse agua a la cara. En vez de quitarse la tierra, la esparció de tal modo por sus rosadas mejillas que daba horror. Reynoso no pudo menos de soltar la carcajada. El niño comenzó a llorar perdidamente. Entonces su hermanita se brindó con maternal solicitud a lavarle.

Observamos que la Condesa dió un paso hacia su hijo; que su semblante hermoso y venerable se contrajo, desfigurado por la ira; que extendió sus brazos; que comenzó a balbucir con locución atropellada, cual si su indignada lengua no acertara a encontrar una palabra bastante dura, bastante enérgica para tal situación; la vimos después llevarse ambas manos a la cabeza, retroceder, vacilar, apoyarse en el hombro de D. Paco, y por último, reponerse, erguirse, serenarse, mirar a su hijo con desdén, señalar a la calle, donde de improviso empezaba a oírse fuerte redoblar de tambores, y decir: El ejército se va.

Alarcón era uno de esos hombres osados y de espíritu independiente, que, despreciando toda imitación, emprenden sin vacilar nuevas sendas; uno de esos caracteres enérgicos, que imprimen el sello de su originalidad de una manera indeleble en todo lo que hacen.