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Macías se desespera, y va á la guerra en busca de la muerte; distínguese tanto en ella por su valor, que se le condecora con la cruz de Santiago; parece huir de él la apetecida muerte, y su pasión, que trata inútilmente de domeñar, le obliga á encaminarse de nuevo á Córdoba.

Si Dios me da suerte, la haré una casa, y le verán sus amigas en carruaje, y va usté a yevar ca pañolón de Manila que quitará er sentío... El talabartero acogió estos propósitos de grandeza con movimientos de afirmación ante la absorta esposa, que aún no había salido de su sorpresa por este cambio tan radical.

Le toqué en el hombro, y él, al volverse, me miró impasible, sin mostrar ni alegría ni desagrado. Lord Gray le dije ha tiempo que estoy esperando la última lección de esgrima. Hoy no tengo humor para lecciones. La necesitaré pronto. ¿Va usted a batirse? ¡Qué felicidad! ¡Hoy tengo yo un humor!... Deseo atravesar a cualquiera. Yo también, lord Gray.

Vamos, no sea usted bromista... Mi brazo es como otro brazo cualquiera... Lo que hay es que ya voy sintiendo frío en él... ¡Caramba con el agua! ¡Parecía tan templadita al principio!... ¡Y cómo se va enfriando poco a poco hasta que se le mete a una por los huesos!... Sáquelo usted, sáquelo usted... Vamos a secarlo.

Créetelo; esa duda no se me va de la cabeza a ninguna hora; siempre estoy pensando en lo mismo, y tan pronto me alegro de que sea mala como de que no lo sea. ¡Ah!, no sabes lo que yo cavilo al cabo del día. Las cosas que me pasan a no tienen nombre.

Cuando hace poco trajeron a nuestra casa un icono, se marchó para no asistir a la ceremonia. Nuestros esfuerzos para retenerla fueron inútiles. ¿Qué se le va a hacer? ¡Es así, señores jueces! Ella es la primera víctima de su carácter. Nuestro Señor Jesucristo continuó el sacerdote perdonó a la mujer perversa cuando se arrepintió. Pero yo no me he arrepentido.

-Digo, señor don Quijote -dijo la duquesa-, que en todo cuanto vuestra merced dice va con pie de plomo, y, como suele decirse, con la sonda en la mano; y que yo desde aquí adelante creeré y haré creer a todos los de mi casa, y aun al duque mi señor, si fuere menester, que hay Dulcinea en el Toboso, y que vive hoy día, y es hermosa, y principalmente nacida y merecedora que un tal caballero como es el señor don Quijote la sirva; que es lo más que puedo ni encarecer.

Lo que proyectaban era precipitarse sobre repentinamente durante mi conversación con ellos. Déjenme ustedes meditar su promesa unos instantes añadí, pareciéndome oír burlona risa al otro lado de la puerta. Póngase usted ahí, contra la pared, fuera del alcance de los revólvers murmuré dirigiéndome a Antonieta. ¿Qué va usted a hacer? preguntó alarmada. Ya lo verá usted.

Como en los pueblos no hay maestros de oficios que trabajen para el que quiera comprarles su obra, ni aun se puede conchabar un peón sin dar cuenta al administrador, porque todos están sujetos a la comunidad, ni los indios saben vender su trabajo, ni hay cómo suplirse de las precisas necesidades, la práctica que se observa es: si uno de los empleados tiene necesidad de un par de zapatos, llama al zapatero, le da los materiales y le dice le haga zapatos; él los hace y los trae, y si le dan algo lo recibe, y si no se va sin pedir nada; lo mismo sucede con todas las demás necesidades.

De los que una canoa habian tomado, La cual en tierra firme fué hallada, El uno aqueste puerto se ha tornado, El otro va siguiendo su jornada. Habianse dos meses sustentado Entreambos con palmitos; la tornada Del triste, que llegó muy flaco y malo, Se celebra, colg