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De modo que, como con el cultivo de la inteligencia vienen los gustos costosos, tan naturales en los hispanoamericanos como el color sonrosado en las mejillas de una niña quinceña; como en las tierras calientes y floridas, se despierta temprano el amor, que quiere casa, y lo mejor que haya en la ebanistería para amueblarla, y la seda más joyante y la pedrería más rica para que a todos maraville y encele su dueña; como la ciudad, infecunda en nuestros países nuevos, retiene en sus redes suntuosas a los que fuera de ella no saben ganar el pan, ni en ella tienen cómo ganarlo, a pesar de sus talentos, bien así como un pasmoso cincelador de espadas de taza, que sabría poblar éstas de castellanas de larga amazona desmayadas en brazos de guerreros fuertes, y otras sutiles lindezas en plata y en oro, no halla empleo en un villorrio de gente labriega, que vive en paz, o al puñal o a los puños remite el término de sus contiendas; como con nuestras cabezas hispanoamericanas, cargadas de ideas de Europa y Norteamérica, somos en nuestros propios países a manera de frutos sin mercado, cual las excrecencias de la tierra, que le pesan y estorban, y no como su natural florecimiento, sucede que los poseedores de la inteligencia, estéril entre nosotros por su mala dirección, y necesitados para subsistir de hacerla fecunda, la dedican con exceso exclusivo a los combates políticos, cuando más nobles, produciendo así un desequilibrio entre el país escaso y su política sobrada, o, apremiados por las urgencias de la vida, sirven al gobernante fuerte que les paga y corrompe, o trabajan por volcarle cuando, molestado aquel por nuevos menesterosos, les retira la paga abundante de sus funestos servicios.

Tomada esta determinacion, hizo el General llamar á D. Joaquin Antonio de Orellana, así para que espusiese el estado en que se hallaban las provincias confinantes, con la ciudad de la Paz, como para que dijese, si conceptuaba podia conservar en adelante la villa de Puno con el auxilio de 100 fusileros, que era todo lo que podia dejarle: pero este esforzado y valeroso comandante, tocando en su guarnicion los mismos defectos que habia causado la prodigiosa diminucion de aquel ejército, y que no estarian libres de ellos aquellos 100 hombres que se le ofrecian, dijo: que atendidas y bien reflexionadas las dificultades que se presentaban, y la fermentacion en que estaban aquellas inmediatas provincias, graduaba imposible la conservacion y subsistencia de Puno con solo aquel refuerzo, ó al menos que él no se hacia responsable de la continuacion de su defensa: y considerando por otra parte el General D. José del Valle que no podia desmembrar mas el número de sus tropas, para atender á las urgencias que podian ocurrirle en la retirada que se habia determinado, se vió en la dura necesidad de resolver y mandar el abandono de aquel pueblo, que por tanto tiempo habia frustrado cuantos esfuerzos hicieron los rebeldes para espugnarle; y consecuente á ello se dieron las órdenes para que saliese la guarnicion y vecindario, dándoles tres dias de tiempo para evacuarle: término que aun se minoró despues, reduciéndolo á dos solamente.

Olvidado casi de la tragedia que dejaba a su espalda, dando su libertad por segura, y sin otro torcedor que el que iba renovando en su conciencia el recuerdo de sus amores con la morisca, malbarató las últimas joyas y vendió su embarazoso rocín, para juntar de esta suerte algunos doblones que le evitaran por algún tiempo las ruines urgencias del dinero.

Por las grandes urgencias de la guerra pidió el rey un anticipo de dos millones de escudos al estado eclesiástico á cuenta del subsidio y escusado, y el obispo Bonilla sin esperar la aprobacion de S. S. facilitó los 778449 reales que correspondian á la iglesia de Córdoba. Volvió á pedir el rey un nuevo subsidio, y el cabildo ofreció 150 doblones.

A cuyo efecto tomarán todas las luces necesarias del Comandante de Frontera, Maestre de Campo, y Sargentos Mayores antiguos y de juicio; pudiendo tener presente el expediente obrado en el año de 78 y 79 con este objeto: formando al mismo tiempo un cálculo de lo que podrá costar cada obra de por , con distincion y separacion, pudiéndose hacer las murallas de adobes ó de palisada si el terreno lo facilitase; y teniéndose presente cuanta economia se pueda, atendido el costo que se á emprender y demas precisas urgencias del ramo; considerando que las poblaciones no deben ser dilatadas: á cuyo efecto las cuadras tendrán solo cien varas; informando si de lo que se adelanten estas y los fuertes, podrá resultar acaso el que los indios se recelen de irlos á estrechar.