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Casado con ella, vivió con tanta pompa y decoro, dando comidas y saraos y paseando en quitrín, acompañado de su mujer, tan ricamente vestida que parecía la reina de Saba, que se empeñó, hipotecó los predios urbanos y rústicos y acabó por tener más deudas que pelos en la cabeza.

Con respecto al reino animal, somos harto urbanos, sea dicho con terror suyo, para colocar al ministerial en él. En realidad, el ministerial más tiene de artefacto que de otra cosa. No se cría, sino que se hace, se confecciona. La primera materia, la masa, es un hombre.

Casi se puede asegurar que su único defecto era el de ser pobre. Mutileder, huérfano de padre y madre, no tenía predios urbanos ni rústicos, vivía como de caridad en casa de unos tíos suyos, y en Vesci no sabía en qué emplearse para ganarse la vida. Era un señor, como vulgarmente se dice, sin oficio ni beneficio.

Lo bueno no es chico nunca. Hay no pocos sainetes que valen más que multitud de dramas y de tragedias en cinco actos. Nada es más difícil, más envidiable y más precioso que hacer reir con burlas y chistes urbanos sin desvergüenza y sin chocarrería.

Allí iban también de paseo a la hora de medio día en invierno y por las tardes en verano las damas a la moda y los petimetres, abates y enamorados, ocurriendo con estos mil lances y escenas de que nos ha dejado retrato muy vivo D. Juan del Castillo en sus sainetes urbanos, no menos graciosos y verdaderos que los populares y consagrados a la majeza.

Las innumerables fábricas han quedado atrás, y al movimiento de las gentes y la monotonía melancólica y prosáica de los edificios urbanos suceden el capricho, la variedad, la alegría risueña y la frescura de todo lo que constituye la campiña en Inglaterra, hermosa aún ántes de que el verdor de la primavera haya hecho olvidar todas las tristezas del invierno.

Hay más profunda diferencia entre la vida social y los aspectos urbanos de París y Londres, que entre Lima y Teheran. Parece increíble que baste una hora y media de navegación, el espacio que un hombre atraviesa a nado, para operar una transformación tan completa.

Su autoridad se extendía nominalmente sobre un territorio más grande que algunas naciones de Europa, pero sólo era efectiva en la población donde había establecido su Estado Mayor y en otros grupos urbanos ocupados por sus tropas. La importancia de estas tropas también era más ilusoria que real.

El resto, así como los predios urbanos y rústicos de que en Austria era dueño, lo dejó al cuidado de un tío suyo muy de fiar y muy hábil. En los Estados Unidos entró en grandes empresas y especulaciones y aumentó sus bienes de fortuna en vez de disminuirlos.

La señora Angustias amaba la existencia campestre, después de una vida transcurrida en la miseria de los tugurios urbanos. Carmen también gustaba de la vida del campo. Su carácter de mujer hacendosa la impulsaba a ver de cerca los trabajos del cortijo, gozando las dulzuras de la posesión al apreciar sus extensas propiedades.