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Alvaro Peña, que era hombre despachado y de arranque, se decidió a dar unos pasos hacia la boca del telón, y dijo en voz alta: Señores. ¡Chis, chis! ¡Silencio! gritaron algunos. Y reinó el silencio. Hace algunos días me indicaba nuestro dignísimo presidente que estos intereses se hallaban abandonados, ¿eh?, y que era necesario a todo trance fomentajlos.

La cola es como de pescado; y de ella y de los alones de las manos se sirven para andar por tierra: bien que no pueden correr mucho, pero se encaran con cualquiera que les acomete, y alcanzan grandes fuerzas, y vieron tirarse unos á otros por alto, con ser del tamaño expresado.

Hombre, a propósito de sabios dijo don Frutos Redondo, el americano, que hasta entonces no había hablado . Tengo pendiente una apuesta con usted, señor Ronzal... ya recordará usted... aquella palabreja. ¿Cuál? Avena. Usted decía que se escribe con h... Y me mantengo en lo dicho, y lo hago cuestión personal. No, no; a no me venga usted con circunloquios; usted había apostado unos callos....

Mi Cesarina, la que fue mi orgullo por su belleza encantadora, sepultada lejos de , detrás de ese horizonte de los Alpes, de donde veo continuamente surgir su recuerdo. Mi Susana, aquella santa que anticipadamente ostentó alrededor de su frente la santa aureola y que Dios me quitó para que yo pudiera ver en su recuerdo la imagen de un ángel de pureza. ¡Muertos los unos, ausentes los otros!...

Según el conocimiento que me asiste de la situación de esta provincia, unión, relación y dependencia que tienen unos pueblos con otros, y otras circunstancias que son bien notorias, y que sería prolijo el referirlas, me parece que lo más conveniente sería el que permaneciesen unidos todos los treinta pueblos, a lo menos los veinte y seis, excluyendo o separando los cuatro más inmediatos al Paraguay, que son Santiago, Santa Rosa, Nuestra Señora de Fe y San Ignacio Guazú, que tienen poca o ninguna relación con los demás, y están en mejor situación para agregarse a aquella provincia; y que fuesen gobernados por un gobernador intendente que tuviese a su cargo todos los ramos, en la misma forma que los demás nuevamente creados, y con facultad de nombrar subdelegados en los partidos que lo necesitasen; que, según mi conocimiento, convendría se pusiese uno en los seis pueblos que comprende el departamento de San Miguel, y otro en los cuatro del Yapeyú; y si los pueblos del departamento de Santiago hubiesen de quedar sujetos a esta provincia y gobernación, convendría poner allí otro; y los pueblos restantes pudieran quedar todos sujetos al inmediato mando del gobernador, pues están cerca de Candelaria, que debería ser la capital.

Pero la moda era entonces tan tirana como ahora, y aun en aquel tiempo imponía de un modo apremiante sus enfadosas ridiculeces. Hasta el soldado tenía que emplear un tiempo precioso en hacerse el coleto. ¡Pobres hombres! Yo les vi puestos en fila unos tras otros, arreglando cada cual el coleto del que tenía delante, medio ingenioso que remataba la operación en poco tiempo.

Candiyú vive en la costa del Paraná, desde hace treinta años; y si su hígado es aún capaz de combinar cualquier cosa después del último ataque de fiebre, en diciembre pasado, debe vivir todavía unos meses más. Pasa ahora los días sentado en su catre de varas, con el sombrero puesto.

Acompañé al paisano en busca del comerciante; preguntamos en una cordelería de la orilla del río, y nos dirigimos a una tienda de objetos navales del muelle de Borgoña, casi en el centro de la población. Era una covachuela a más bajo nivel de la calle, que tenía unos escalones desde la acera.

En Chuquiago Sucedió en estos tiempos tan gozosos, Un estraño prodigio y gran estrago. Por cima de unos cerros barrancosos, Arrancando del todo un grande lago, Un terremoto súbito lo avienta, Y en otro lugar nuevo lo aposenta.

Y mientras tanto, los calafates, brocha en mano, pinta que pinta. El cañonero echó anclas al mismo tiempo que desaparecían en la entrada del pueblo los últimos despojos de la barca. Yo me quedé en este sitio, queriendo verlo todo, y para mayor disimulo ayudaba á unos amigos que echaban al mar una lancha de pesca.