United States or Curaçao ? Vote for the TOP Country of the Week !


A eso de las tres se puso de nuevo en camino, y fuese que el desconocido hubiese prolongado más su regreso o que su mula empezase a fatigarse, el hecho fue que, poco después de las cinco, al caer a un valle, vio al viajero como a unas dos cuadras delante de él.

En esos pueblos viejos se puede ver cómo fue adelantando el hombre, porque después de las capas de la edad de piedra, donde todo lo que se encuentra es de pedernal, vienen las otras capas de la edad de bronce, con muchas cosas hechas de la mezcla del cobre y estaño, y luego vienen las capas de arriba, las de los últimos tiempos, que llaman la edad de hierro, cuando el hombre aprendió que el hierro se ablandaba al fuego fuerte, y que con el hierro blando podía hacer martillos para romper la roca, y lanzas para pelear, y picos y cuchillas para trabajar la tierra: entonces es cuando ya se ven casas de piedra y de madera, con patios y cuartos, imitando siempre los casucos de rocas puestas unas sobre otras sin mezcla ninguna, o las tiendas de pieles de sus desiertos y llanos: lo que se ve es que desde que vino al mundo le gustó al hombre copiar en dibujo las cosas que veía, porque hasta las cavernas más oscuras donde habitaron las familias salvajes están llenas de figuras talladas o pintadas en la roca, y por los montes y las orillas de los ríos se ven manos, y signos raros, y pinturas de animales, que ya estaban allí desde hacía muchos siglos cuando vinieron a vivir en el país los pueblos de ahora.

Cada cual tenía sus negocios y sus horas. Entre tanto, Pepe Guzmán continuaba siendo amigo de la casa y visitándola de vez en cuando. ¡Y pásmate ahora otra vez!: a los ocho meses de casada, tuvo la hermosa Nica Montálvez una niña como unas perlas.

Una cabecita pequeña, boca gruesa, bigote y perilla rubios, ojos saltones y miopes, tras unas enormes gafas... Feo, muy feo. El lo sabe y le importa un pito.

Ellos estaban prontos a pagar todos estos desperfectos y los que pudieran hacer los respetables gentlemen que estaban en su compañía. «Y un gentleman que paga, puede hacer lo que quieraSacaban los billetes a puñados de los bolsillos de sus pantalones, indignándose de que por unos dollars vinieran a perturbar sus placeres, y únicamente se apaciguaron al verse de nuevo en el fumadero con toda la honorable sociedad, ante unas botellas que un amigo había guardado ocultas debajo de una mesa.

Se quitó el bonete y dijo unas cuantas palabras en latín que nadie pudo escuchar. Después, poniéndose de nuevo el bonete y abalanzándose sobre la baranda, exclamó en alta voz: «Amados hermanos en Jesucristo...» Poseía una voz clara, de timbre dulce y simpática en extremo, que prestaba mayor realce a la gravedad de su rostro.

De trecho en trecho, el ruido producido por nuestras pisadas nos indicaba pasábamos sobre bóvedas. ¿Qué guardarán estas? ¿Dónde terminará su fondo? ¡Profundos misterios de la divina ciencia impenetrables á la humana materia! Varias veces tuvimos que pararnos á fin de cobrar aliento. Unas cuantas varas más y estaríamos en la línea del vértice.

¡Ay, señor! dijo la tal Rufina , comience vuesa merced, que será mucho de ver; que yo cuando niña estuve en la Corte con una dama que se fué tras de un caballero del hábito de Calatrava que vino a hacer aquí unas pruebas, y después me volvieron mis padres a Sevilla, y quedé con grande inclinación a esa calle, y me holgaría de volverla a ver, aunque sea en este espejo.

El Rey empezó a hablar de lo que se proponía hacer; Sarto, de lo que había hecho; Tarlein se destapó por unas aventuras amorosas, y a me dio por encomiar los altos méritos de la dinastía de los Elsberg. Hablábamos todos a la vez y seguíamos al pie de la letra la máxima favorita de Sarto: mañana será otro día. Por fin, el Rey puso su copa sobre la mesa y se reclinó en la silla.

De estos viajes volvía humillado, con los ojos llenos de lágrimas. Tenía en la frente la huella negra de un golpe; su chaqueta estaba desgarrada. Eran rastros de un débil intento de oposición durante la ausencia del dueño al iniciar los alemanes el despojo de establos y salones. El millonario se sintió ligado por el infortunio á unas gentes consideradas hasta entonces con indiferencia.