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El silencio, un terrible silencio de plomo se extendió como por encanto por el salón. La Bonnetable tomó la actitud de una persona gravemente ultrajada y la de Dumais, aplastada en su butaca, no tuvo siquiera el recurso de decir como de costumbre: ¡Oh! Francisca...

«Oh, en este siglo, gritaba Foja en el Casino, en este siglo calumniado por los enemigos de todo progreso, en este siglo materialista y corrompido, no se puede ya impunemente insultar los sentimientos filantrópicos del pueblo, sin que una voz unánime se levante a protestar en nombre de la humanidad ultrajada.

Iban á correr en breves minutos un camino que á él, en su inexperiencia, le había parecido siempre que exigiría larguísimas jornadas. Elena pensó en la amazona juvenil que había querido golpearla. Su vanidad ultrajada y el deseo de vengarse le hicieron adoptar mentalmente cínicas resoluciones, celebrándolas con una risa oculta que pareció reflejarse en sus ojos.

Se ha repetido de orden de Rosas en todas las Prensas europeas que él es el único capaz de gobernar en los pueblos semibárbaros de la América. No es tanto de la América tan ultrajada que me lastimo, sino de las pobres manos que se han dejado guiar para estampar esas palabras.

Con frecuencia, su larga y única calle quedábase asombrada por la importación de las modas de San Francisco, traídas expresamente para estas primeras familias; esto hacía que la ultrajada naturaleza, en el miserable lodazal de su surcada superficie, pareciese más fea aún, humillando de este modo a la mayoría de la población para la que el domingo trajo solamente la necesidad de limpieza, con una muda de ropa y sin el lujo del adorno.

Si no trasladó al sotabanco de Carola cuanto había en la trastienda, fue por considerarlo indigno de tan gran señora; pero la única prenda lujosa que tenía Frasquita, un soberbio pañolón de Manila poblado de chinos y guacamayos multicolores, pasó del cofre marital al baúl del adulterio. Afortunadamente, la ultrajada esposa tardó mucho en saberlo.

Algo más que el dolor de la esposa ultrajada vibró en los lamentos de Cinta. Era la rivalidad con aquella mujer de Nápoles que ella creía una gran señora con todos los atractivos de la riqueza y de un alto nacimiento; la envidia por sus armas superiores de seducción; la rabia por su propia modestia y su humildad de mujer casera.

En lugar de aceptar la mano que le tendía, se levantó con un gesto lleno de dignidad y de dolor, que puso además de relieve toda la opulencia de su cuerpo, y se dirigió hacia la puerta sin volver la cabeza, como una reina ultrajada por el último de sus súbditos. El viejo cayó en el lazo. Corrió hacia ella y balbuceó algunas palabras de excusa.

Nos libertará el Arte de la opresión extraña, saltarán las cadenas al compás del laud, poblará los espacios nuestro armónico himno, nuestra enseña ultrajada flotará en el azul; el estro del poeta abrirá las mazmorras, la paleta y el ritmo rasgarán el capúz, y luego tu voz única bajará del Olimpo, y nos dirá a nosotros: "hermanos, Fiat Lux." ¿Puede decirme alguien que el Arte no redime?

Los obispos protestaron, hablando en pastorales y cartas de «las persecuciones de la pobre Iglesia, saqueada en sus bienes, ultrajada en sus ministros y atropellada en sus inmunidades»; pero el país despertó, gozando el único período próspero que se conoce en los tiempos modernos antes de la desamortización. Europa estaba regida entonces por reyes filósofos y Carlos III era uno de ellos.