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Le había escrito a la estancia del señor Molina sin recibir contestación; entregó una carta, el ultimátum, a Raquel, suplicándole que la hiciera llegar a manos de Adriana; por fin, la víspera de ese viernes, Charito González le dio la seguridad de que ella vendría expresamente de la estancia. Subió Muñoz la escalera de la casa con emoción indescriptible.

Será, pues, necesario que te presentes con cara de contricción y de inquietud, que pidas hablar en secreto con la señorita Guichard y que cuentes que te he sorprendido yendo á su casa y que ha habido entre los dos una escena violenta, cuya conclusión ha sido este ultimátum formulado por : romper toda relación con mi enemiga ó abandonar mi casa. ¡Cómo! ¿Será preciso abandonar á usted?

Una rasqueta, reposada, tranquila y practicada en aquel sitio de que Sancho se quejaba después del manteo de la venta, es el ultimatum más perfecto que se conoce en el lenguaje de las peticiones.

Se celebraba en ella un gran mitin de protesta contra los patronos, por no querer aceptar las proposiciones de los mineros, los cuales venían amenazando con una huelga hacía dos meses. La reunión popular era el ultimátum que lanzaban los trabajadores.

¿En qué quedamos pues? preguntó el catedrático algo desconcertado y mirando con inquietud al intransigente alumno; ¿influye ó no influye la sustancia que está detrás, sobre la superficie? Ante esta pregunta precisa, categórica, especie de ultimatum, Juanito no sabía qué responder y su americana no le sugería nada. En vano hacía señas con la mano á Plácido; Plácido estaba indeciso.

Raquel, por toda respuesta, la miró con expresión de cansancio y de disgusto; y se marchó después de arrojar dos cartas sobre una mesita. Adriana quedó pensativa por largo rato, jugando con las cartas. Después abrió una, que era de Muñoz y la leyó rápidamente. Se trataba de un ultimátum.

Todas esas mamás son las que te han criado. Yo soy tu verdadera madre, la única madre, la que te ha dado el ser. El niño sólo comprendió que aquella señora le reñía, y se echó a llorar amargamente costando gran trabajo consolarlo a Germana. Ya ve usted, señora dijo ésta a la viuda , que nadie la retiene aquí, ni aun el marqués. He aquí mi ultimátum respondió la señora Chermidy altivamente.

Se determinó, pues, á formular por escrito una especie de ultimatum que debían de apoyar Juan de Vivonne, Marqués de Pisani, Embajador que había sido de Francia en España por los años de 1572 á 1582, época en que cultivó la amistad de Pérez, y el Duque de Montmorenci, Condestable de Francia, amigo de ahora y protector decidido.

Al decir esto se ruborizó fuertemente debajo del embozo, y desprendiendo bruscamente su mano, siguió a su mamá que entraba en el carruaje. Pepa Frías había dicho a su hija: Mira, chica, cuando nos vayamos, deseo que Emilio me acompañe. Estoy nerviosa y no podría dormir si no le ajustase antes las cuentas. No quiero más escándalos, ¿sabes? Le voy a dirigir el ultimatum.

Es la guerra dijo con entusiasmo , la guerra que llega... ¡Ya era hora! Desnoyers hizo un gesto de asombro. ¡La guerra!... ¿Qué guerra es esa?... Había leído, como todos, en la tablilla de anuncios del antecomedor un radiograma dando cuenta de que el gobierno austriaco acababa de enviar un ultimátum á Servia, sin que esto le produjese la menor emoción. Menospreciaba las cuestiones de los Balkanes.